Tres veces campeonas
Levantar una copa en una competición puede significar ser mejor que el resto en esa disciplina, que ya es mucho; sin embargo, eso puede representar mucho más y ser un acto performativo transcendente históricamente en ámbitos más amplios socialmente que la pura competición. Es el caso de las jóvenes mujeres integrantes de la selección española de fútbol que han obtenido el campeonato mundial el pasado 20 de agosto.
Al margen del triunfo, no es casual que el visionado televisivo de ese partido de fútbol femenino haya tenido altísimos índices de audiencia, que millones de personas hayan celebrado la victoria y que durante el gol del triunfo y la entrega de medallas se haya puesto en relieve los actos groseros, machistas y de abuso de poder del entonces presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales.
Se podría decir que estas jóvenes han vencido tres batallas. La primera, la obvia, ganaron el campeonato mundial en esa disciplina deportiva. Esto es fruto de su esfuerzo y de que al fútbol femenino en los últimos años se le haya dado importancia desde algunos clubs, como el Fútbol Club Barcelona (siete de las seleccionadas titulares son formadas desde niñas en este club, entre ellas las estrellas Alexia Putellas y Aitana Bonmatí) que ganó ya campeonatos femeninos europeos y, algo también importante, llenó estadios con gente que pagó entradas para verlas.
Toda esta mayor atención que se da a las deportistas mujeres, que es un largo y doloroso proceso de luchas femeninas y feministas de años desde todas las disciplinas y en especial en las que son muy masculinizadas como el fútbol, es un segundo logro transcendental. El campeonato de estas jóvenes y el respaldo obtenido del público les abre la posibilidad de un trato mejor como deportistas profesionales en todos los niveles, principalmente el económico, aunque aún haya una brecha enorme en relación a los varones.
La tercera victoria, de campeonato, es la defenestración de Luis Rubiales, suspendido por la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), ante su negativa a renunciar por haber cometido actos indignos de una representación nacional, machistas y de abuso de poder (con posibilidad de considerarse abuso sexual y por ello penado) contra una de las jugadoras al besarla en la boca sin su consentimiento durante la celebración.
El “beso robado” y que él se haya tocado sus partes al celebrar en el palco ha sido tema de portadas de medios de comunicación en España, Europa y Estados Unidos, opacando el éxito futbolístico. También se ha resaltado su actitud banalizando los hechos y mostrándose agresivo, retador y masculinísimo a la hora de defender su postura. El gran rechazo social a estos actos, así como la firmeza de la jugadora afectada, Jenny Hermoso, y el respaldo de sus compañeras que se han unido en el #seacabó iniciado por Putellas, han sido cruciales.
Hoy, toda la misoginia del fútbol, inoculada hasta la médula en su vergonzosa estructura de mando verticalísima, está puesta en cuestión. Una muestra es el silencio deplorable que hubo de parte de los jugadores varones hasta que se conoció la suspensión (y casi con seguridad pronta destitución) de Rubiales.
Queda mucho por hacer, pero hay que celebrar lo logrado. Es una triple victoria de las jugadoras de la selección española, pero fundamentalmente es una victoria de las mujeres y del feminismo frente al machismo y a la misoginia abusiva, acosadora y violenta. Nada de lo que ha pasado en los últimos días habría sido posible sin la lucha de años, de décadas, desde las organizaciones de mujeres que reclaman un trato igualitario, justo y digno. Es una victoria de todas.
Es un hecho ocurrido en Europa, parece lejos de Latinoamérica y de Bolivia, pero todo llega y este éxito llegará. Dicen que el feminismo es parte de la ideología colonizadora, pues el machismo y el patriarcado lo son mucho más. Así que busquemos una sociedad igualitaria en todos los ámbitos, también en el fútbol.
Columnas de DRINA ERGUETA