Múltiples voces
El martes 29 de marzo se presentará en el Auditorio Demetrio Canelas de Los Tiempos el libro “Relato de un pueblo: derechos humanos y resistencia democrática en 2019”, publicado por la Asamblea Permanente de Derechos Humanos. Lo que sigue es un extracto del preámbulo de la obra
La historia transcurre en líneas paralelas, con lecturas diferentes. Los mismos hechos pueden ser recordados y contados con matices distintos, no solamente por el sesgo político sino por el peso que se otorga en la balanza de la memoria a la interpretación y a la vivencia personal.
No importa en qué orilla de la ideología se coloquen quienes piensan de una u otra manera, pero el cauce del río que los separa no debe dividirlos en lo fundamental: el ejercicio de los deberes y derechos ciudadanos, el respeto y la honestidad con el otro, la verdad sobre los hechos y la consecuencia con las libertades.
El río caudaloso de la historia, avanza regando a ambos lados generosidad y compromiso para permitirnos crecer como naciones libres y soberanas, basadas en valores humanos que tienden puentes desprovistos de intereses mezquinos.
La libertad es un principio humano que no debe ser violado con argucias políticas, y los derechos consagrados por las leyes no deben ser escamoteados con trampas y por capricho de unos pocos poderosos.
Por ello, es primordial conocer quién narra los hechos. No es lo mismo la voz independiente de los defensores de la verdad histórica y de los derechos humanos, que la avalancha de propaganda de un gobierno que controla los medios de información con recursos públicos.
Relato de un pueblo: Derechos Humanos y resistencia democrática en 2019, publicado por la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Paz, es una lectura testimonial que tiene un sesgo humanista ineludible: el respeto de los derechos humanos individuales y colectivos en un periodo fundamental de la historia reciente de Bolivia. No puede uno estar en contra de ese principio básico de transparencia.
El relato ha sido construido por muchas voces para contrarrestar el avasallamiento de la memoria por un relato paralelo basado en falsedades. Este es un trabajo colectivo que habla desde lo más profundo del testimonio y de la experiencia.
Repasa sucesos de confrontación entre los bolivianos, y ofrece información indispensable sobre el contexto que llevó a esos hechos, las etapas sucesivas que permitieron que en Bolivia se establezca un régimen autoritario que controla todos los poderes del Estado y viola la Constitución, las leyes y las convenciones internacionales.
El libro hace énfasis en cinco momentos cardinales de la lucha por la democracia en octubre y noviembre de 2019, para que no se olviden las jornadas de resistencia que marcaron la memoria de quienes participaron.
El día de las elecciones del domingo 20 de octubre, la interrupción del sistema de transmisión de datos electorales en tiempo real (TREP), puso a la población en alerta ante un posible fraude para impedir la segunda vuelta electoral en la que el candidato Evo Morales perdería, según las proyecciones. Esa misma noche comenzaron las vigilias ciudadanas para proteger el voto en todas las capitales de departamento. En pocos días se documentaron varios incidentes de maletas electorales trasladadas irregularmente a domicilios privados, papeletas marcadas en favor del MAS, material electoral en basureros, actas falsificadas, etc.
Los reclamos se apoyaron en peritajes realizados por expertos informáticos que revelaron irregularidades en las actas que el propio Órgano Electoral Plurinacional (OEP) publicó en su plataforma de internet. El ingeniero Édgar Villegas fue el primero en mostrar pruebas, y en pocos días se presentaron otros estudios independientes del ingeniero Rodolfo Salinas, de la Comisión Técnica, Informática y Jurídica del Consejo Universitario de la Universidad Mayor de San Andrés, del ingeniero Mateo Urquizo, del Colegio de Ingenieros de Santa Cruz, además de informes de las dos empresas de seguridad informática contratadas por el OEP, Neotec y Ethical Hacking, que confirmaron la existencia de un servidor externo que habría manipulado las actas durante el apagón de 23 horas.
La incertidumbre de la población sobre un fraude electoral se convirtió entonces en una certeza probada científicamente. Ello motivó a más ciudadanos a salir a las calles a cerrar con cintas y banderas tricolor las principales arterias de las ciudades, impidiendo el paso de vehículos. La participación ciudadana se extendió durante 21 días en los cuales el país estaba paralizado en espera de una solución política que solo podía pasar por la renuncia del presidente, directamente implicado en el fraude.
Cansada de ser utilizada como instrumento de represión, la policía de Cochabamba se acuarteló el 8 de noviembre, y en las horas siguientes lo hicieron policías de otros departamentos. Las calles quedaron libradas a enfrentamientos desiguales entre vecinos desarmados y grupos afines al MAS armados de palos, cachorros de dinamita y bombas molotov preparadas en instituciones del Estado, como el ministerio de Culturas.
El mérito de este libro es que no tiene otro propósito que refrescar la memoria de los hechos y de las voces que narran esos hechos. Todo puede ser corroborado en las noticias de esas cinco semanas que transcurrieron entre el 20 de octubre y el 24 de noviembre de 2019.
Yo viví esas jornadas, no me las contaron. Como tantos otros ciudadanos viví la indignación por las manipulaciones y el fraude. En las esquinas cercanas a mi domicilio estuve día a día en la resistencia pacífica de los vecinos, familias enteras envueltas en banderas bolivianas que extendieron de un lado a otro de las calles cintas y banderas para cortar el tráfico de vehículos. Vi adultos mayores que sacaron a las calles sillas o bancos, y mamás que se reunieron con sus hijos en los puntos de bloqueo. A través de los teléfonos celulares o de radios de transistores, todos seguían la evolución de las noticias. Una sensación de júbilo invadió a los “pititas” cuando Evo Morales reconoció que hubo irregularidades en el acto electoral, destituyó a los vocales del Tribunal Supremo Electoral y renunció junto con todo el elenco del MAS.
Pero ese día empezaron las jornadas de miedo que hicieron replegarse a sus casas a los vecinos, proteger sus puertas con calaminas y esconder la bandera nacional.