Test: ¿Qué tan machista fue la cena de Navidad?
En la mesa montada y engalanada para la cena de Navidad hubo mucho más que abundancia (según el bolsillo de cada quien) de comida y bebida; tras el vapor aromático de esos platillos y del chocolate caliente hubo más que buenos deseos: la desigualdad y los privilegios continuaron reflejándose en las pequeñas cosas, en los roles jugados y lugares asignados a cada quien. A que sí. Eso es fácil medir con un pequeño test:
1) ¿Quién arregló la casa con amorosos detalles navideños? 2) ¿Quién hizo las compras relacionadas con la alimentación? 3) ¿Quién cocinó? 4) ¿Quién puso la mesa? 5) ¿Dónde se sentó cada quien?, ¿quién en la cabecera y quién más cerca de la cocina? 6) ¿Quién se hizo cargo de atender a las criaturas, las personas enfermas y las ancianas? 7) ¿Quién cedió las mejores piezas de carne o alimento, los mejores bocados, a favor de otros paladares y barrigas? 8) ¿Quién recogió todo el desorden? 9) ¿Quién lavó, limpió y puso todo en su sitio? 10) ¿A quién se le regaló algo relacionado con los quehaceres de la casa? 11) ¿Quién cargó con esa persona que bebió de más? 12) ¿Quién piensa que es natural que la responsabilidad de todo esto sea de una persona concreta? 13) ¿Quién cree que no compartir estas labores es muestra de cariño? 14) ¿Quién dice “yo ayudo”, en lugar de decir “yo también me responsabilizo”? 15) ¿Y al día siguiente, quién se levantó primero de cama, no a leer los diarios, sino a hacer en la casa?
En la mesa y en especial en las fechas señaladas, en las fiestas y celebraciones, los roles sociales y de género quedan retratados y resumidos. La asignación, y su significación, del espacio ocupado por las mujeres en la casa muestra el lugar que se le ha dado en una sociedad patriarcal.
Así tenga un trabajo fuera del hogar, para ella la cocina es una especie de centro natural asignado, mientras que el resto de la casa es su lugar de responsabilidad de mantenimiento y cuidado; frente al hombre que tiene la oficina, fuera de casa, y el escritorio en ella como extensión laboral, además de estar delante del televisor y la cama como lugar de descanso.
La mesa es para ella lugar y momento de trabajo, espacio y tiempo de dar, mientras que para él lo es de recibir. La mesa es un lugar de jerarquías marcadas por sexo y edad, en un sistema de roles que configuran las vivencias y las identidades personales que provocan que se entienda a éstas como asignaciones biológicas, naturales, y no sociales.
Estos roles son marcados a fuego desde edades tempranas y, aunque en la adolescencia y la juventud hay tendencia a dejarlos o a rebelarse, una vez establecida una pareja vuelven con fuerza y romper con ellos es muy difícil.
Al responder el test, no vale responder que lo hizo el “servicio doméstico”. O sí, allí se reflejan también las ventajas de clase, pero además que el servicio es femenino y que, finalmente, asume roles dados socialmente a las amas de casa, con la diferencia de que cobra y en eso tiene una ventaja frente a la “señora” que va detrás, atenta, diciendo qué debe y no debe hacer, en un trabajo que si lo hiciera ella no tendría ningún valor monetario.
Quien, en las respuestas al test, nombró repetidamente a una misma persona o a un mismo género es representante cabal de esta sociedad, una sociedad machista y discriminadora, donde hay opresiones que se traducen en privilegios. Saberse así, parte de un colectivo con una ideología mayoritaria, no debe ser excusa, la defensa de estar en el montón no debe llevar al cinismo; al contrario, debe conflictuar, remorder, renegar y enrabiar, debe llevar a un cambio de actitud, que comenzando por pequeñas cosas, importantes porque son simbólicas, pueden lograr grandes transformaciones. Que la cena de Fin de año sea distinta, con nuevos y equitativos roles y que se mantengan durante el 2017 y en adelante.
La autora es periodista.
Twitter: @DrinaErgueta
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