Barras bravas, ¿hasta cuándo?
El fútbol es considerado el deporte número uno del planeta. Su fervor y emoción hace que propios y extraños se reúnan en torno a la disputa de este tipo de eventos. No obstante, el exacerbado fanatismo lleva a la violencia en los recintos deportivos, logrando así que cada vez menos personas acudan a los escenarios deportivos.
Y es que la actitud de las barras bravas ha sobrepasado cualquier límite de la tolerancia. Para clara muestra, basta un botón: los incidentes en la previa de la finalísima de vuelta de la Copa Libertadores de América que debían jugar River Plate y Boca Juniors el pasado fin de semana, siendo que el bus del cuadro xeneize fue atacado por seguidores del Millonario cuando se dirigía al estadio Antonio Vespucio Liberti (Monumental) en Buenos Aires.
El mundo del fútbol protestó y las autoridades argentinas encendieron las alarmas sobre el caso: ¿Qué hacer con las barras bravas?. Lo cierto es que se aplicará “mano dura” para combatir a los hinchas violentos, pero ¿cómo? La respuesta está enmarcada en prohibirles el acceso a las canchas y otras penas privativas que los alejen de los espectáculos.
Desafortunadamente, en Bolivia se van copiando los malos ejemplos. En ocasión del partido del miércoles, en el que Wilstermann perdió 1-2 con Oriente Petrolero en el estadio Félix Capriles, hinchas del Rojo y del Refinero se enfrentaron en la previa del lance. Consumado el partido, algunos de los presentes en la curva sur arrojaron botellas con líquido a los futbolistas de Oriente, además de activar petardos que fueron direccionados a la humanidad de los jugadores.
¿Es justo esto? En tiempos donde la sociedad pide más tolerancia entre todos los ciudadanos, estos hechos ajenos a las buenas costumbres se van repitiendo. ¿Y las autoridades locales y nacionales? Bien, gracias, no toman medidas para salvaguardar a la sociedad.
Periodista de Deportes de Los Tiempos
Columnas de Gabriel Caero Rodríguez