Educar en valores, un acto de corresponsabilidad
Tenemos en Bolivia la sensación de vivir un proceso de descomposición social. La corrupción se ha naturalizado cada vez más, tanto así que “Bolivia en 2019 ha caído 20 puestos hasta llegar al puesto 132 de los 180 países” analizados por Transparencia Internacional. El narcotráfico se ha infiltrado en el Estado con su secuela de violencia y muerte; la “justicia”, sumisa al poder, ha olvidado su razón de ser y el relativismo ético pone en tela de juicio todo criterio de respeto, racionalidad y convivencia. Nos da la sensación de caminar sin rumbo, somos aún una sociedad autoritaria, machista, masificable e intolerante.
Los debates, muchas veces desesperanzados, terminan planteando que la causa está en la falta de una educación en valores. ¿De dónde han salido los políticos corruptos si no de nuestras familias, colegios, universidades, sindicatos y hasta de nuestras iglesias?
El actual gobierno con su Ley 070 se vanagloria de haber implementado una educación que supuestamente desarrolla “el ser” con valores comunitarios para el “vivir bien”. En 13 años, más allá de la propaganda, no hay señales de experiencias concretas, los ejemplos que nos dan son reduccionistas y superficiales. Y es que algo tan profundo como la formación del “Ser” supone procesos y condiciones mucho más consistentes.
Si aprender el “saber” y el “saber hacer” son responsabilidad directa de las instituciones educativas en todos sus niveles, la formación del “ser” no puede darse si no confluyen con la misma coherencia la familia, la escuela y otras instituciones educativas, los medios de comunicación, el Estado y la sociedad, pues las actitudes y valores no se aprenden teóricamente, sino por inmersión en climas en los que se viven dichos valores. No puede existir un ser ético si no es un ser libre porque sólo en libertad asume como individuo la responsabilidad de sus actos sin excusas ni justificativos. Es por eso que la educación debe llevar a las personas a la autonomía para forjar esa libertad interior sin la cual somos esclavos de tendencias, ideas o adicciones.
La estrategia fundamental es siempre el ejemplo de vida si esperamos contar un día con ciudadanos comprometidos con su país, consecuentes, responsables, equitativos con las personas y sensibles hacia la naturaleza; respetuosos de la norma; libres de prejuicios y complejos victimistas; con valores éticos y solidarios en pos del bien común, conscientes de sus derechos y responsabilidades ciudadanas.
Es imposible formarse en valores dentro una familia violenta, incomunicada o permisiva; tampoco en escuelas y universidades dedicadas a impartir conocimientos más que a formar personas; menos en una sociedad, que hace del clientelismo, la prebenda, la arbitrariedad, el “todo vale” una verdadera cultura y menos aún bajo un gobierno que no respeta su constitución y su propia palabra. Tal vez por eso, estamos como estamos.
La autora es educadora y escritora.
Columnas de MELITA DEL CARPIO SORIANO