La cueca del Wilstermann
Me sorprendió saber que la famosa cueca del Wilstermann es composición de música y letra de Arturo Sobenes; pero me sorprendió más que hubiese nacido en Suticollo, como hijo del jefe de estación, él que le dio vida y milagros a temas tan cambas como Pan de arroz o internacionales como Poema o Jinetes en el cielo. Lo supe por una bella entrevista que siempre la veo en Youtube y se llama “El ser Humano, una hermosa producción”, donde también conocí la historia de Gonzalo y Elmer Hermosa y a Cosme Lazarte, de quien tengo no sólo el recuerdo de su voz sino de sus “calditos de loro” y ese gesto que tuvo su hija Ninoska Lazarte de entregarme una ordenanza del Concejo Municipal designándome Cronista de la Ciudad, cuando ella fue presidenta de ese Concejo.
Para mi sorpresa, Sobenes nació en Suticollo. Pude verlo antes de que pasara a mejor vida en un inolvidable festival realizado en Tarata. Pero por ese programa de TV sé que Arturo niño se trasladó a Cochabamba, que su maestra fue la señora Matienzo y que entonces descubrió en él una voz magnífica, pero a tal punto que su padre se quejaba: ¿Cómo, quieres ser cantante cuando tienes tan lindas notas en matemáticas? Arturo se decidió por la música e interpretó huayños y taquiraris en el sello Méndez y otros, como ese inolvidable “Pan de arroz, que te estás quemando, cuñapé mal abizcochado, échele yuca, échele yuca, que le está faltando…”.
Este tema me conmovió al punto que lo repito junto a Arturo en el más allá.
Pero la primera sorpresa que tuve fue de Sobenes y la excelencia de sus composiciones fue con “Cuando la manzana, pierde su pepita, qué gustito le hallo, soltero vidita”. O el taquirari Tranquilízate.
Uno nace con un color y el mío fue rojo. Vivía en la Villa Montenegro, a dos cuadras del estadio, que para mí era mi refugio dominguero, pues me colaba a la fila y listo, pasaba nomás. A mis 16 años emigré a la Villa Galindo y me casé. O sea que ya no podía colar, pero junto a la brava muchachada de esa Villa nos repartíamos, junto a la valla altísima que separaba la tribuna del atrio de entrada, y a la voz de tres nos encaramábamos en esa valla por puntos distintos y los policías no sabían a quién detener. Así lográbamos colar a discreción.
Recuerdo que en los 70, el Wilstermann me dio grandes motivos de satisfacción, pero en 1980, cuando salí al exilio en México, alguien de la directiva tuvo la peregrina idea de nombrar presidente honorario a García Meza, el dictador. Nunca más volví al fútbol, pero me queda el cariño por la cueca que, ahora lo sé, es composición de Sobenes.
No entiendo por qué ya no se emite ese programa en TV universitaria. Por él supe de la biografía de Enriqueta Ulloa, del maestro Rodríguez, así como de varios otros. Mi buen amigo el productor financiaba su producción con publicidad de baterías y farmacias. No entiendo por qué lo marginaron.
El autor es Cronista de la ciudad
Columnas de RAMÓN ROCHA MONROY