Tiro de gracia
Este año será recordado como el año perdido para la educación boliviana. La dura crisis sanitaria, las presiones políticas, la intransigencia de padres y sindicatos del magisterio crearon las condiciones del fracaso y el Gobierno dio el tiro de gracia con la clausura del año escolar.
La escuela se cierra a la sociedad en un momento en el que los educadores, más que nunca, deberíamos estar, virtualmente al menos, cerca de nuestros estudiantes y de sus hogares, sosteniéndolos emocionalmente, animándolos a expresar temores, a conectar este momento histórico con contenidos del currículo que adquieren sentido en la medida que permiten comprender el fenómeno global del coronavirus y todo lo que ha venido a develar poniendo en crisis al mundo entero. Las ciencias humanas y las exactas, la tecnología, el arte y todas las formas de lenguaje son potencialmente materia de los maestros para trabajar desde una “escuela abierta”, aunque estuviera cerrada, por el momento, como espacio físico.
Duele nuestra educación. Duelen los niños y adolescentes principalmente de las escuelas fiscales del país que terminaron su año escolar a mediados de marzo. Muchos están en las calles acompañando a sus padres en el comercio o en las movilizaciones irracionales sin entender que la muerte los acecha. Duelen todos los niños y adolescentes que sin distinción de clases –el virus nos iguala–, viven hoy en confinamiento la enfermedad y muerte de sus vecinos, padres o abuelos, el desmoronamiento de la economía familiar, su infancia y adolescencia en este momento histórico sin respuestas a sus preguntas, la desinformación, la violencia, el acoso sexual, el alejamiento de sus amigos, la tragedia del país y del mundo que grita a todas horas desde los televisores, computadoras y móviles. ¿No teníamos la oportunidad de recuperar las historias, de vida y aprendizajes que estamos haciendo en cada hogar para compartir una responsabilidad como es sobrevivir juntos? ¿No tenía en este momento la educación un rol histórico de apoyo, información pertinente, contención y formación crítica en el aquí y el ahora? La educación virtual y otros medios del Estado eran, en medio de todas las dificultades, posibles alternativas.
¿No había otra respuesta que clausurar el año escolar a pesar de los activistas políticos del magisterio, siempre parte del problema a menos que disfruten de privilegios, y a pesar de la visión obtusa de tantos padres de familia? Qué fácil sacarse el bulto cuando hay tanto por hacer.
¿No se podía luchar un poco más para encontrar soluciones creativas, respuestas, aunque sean parciales, para cuidar de nuestro capital humano en formación? ¿Era imposible reglamentar adecuadamente, resolver el problema de la conectividad, de la capacitación de docentes en herramientas virtuales, usar todos los medios de comunicación especialmente la radio y la televisión como hizo el Perú en contextos muy parecidos a los nuestros y con mayor número de contagios?
Lamentablemente, la educación no es una prioridad en Bolivia, aunque cambien los gobiernos, y no existe voluntad política para dar el paso que pueda hacer la diferencia.
La autora es investigadora y docente universitaria
Columnas de MELITA DEL CARPIO SORIANO