Los pájaros que caen
Ya es septiembre. Este mes simboliza y refleja el esplendor y belleza de la naturaleza. En Cochabamba, los jacarandás florecen en maravilloso espejo, las higueras retoñan, la hierba se colma de humedad y la mayoría de los pájaros comienzan sus melodiosos trinos de cortejo. Hasta el sol se suaviza y la escarcha se condensa en lluvia. Realmente pareciera que el entorno se encuentra enamorado de tan dulce y generoso que se luce, y así se comprende por qué en todo rincón de este punto de luz llamado Tierra, es tan cantada y romántica la primavera.
Sin embargo, el espectáculo natural se va reduciendo a escasos oasis; recordemos que en Bolivia, poco más y hay que mendigar las áreas verdes y espacios naturales que merman ante nuestros ojos impotentes. Se calcula que perdemos 350.000 hectáreas anuales de bosques por actividades legales y clandestinas, de acuerdo a un estudio de la fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES).
Hace unos días, mi querido amigo José Jordán se lamentó de que picaflores caían sin vida del frondoso ceibo que su familia cuida y al que llegan cientos de esas aves para alimentarse. No sé si les ha pasado, pero ver a un colibrí muerto debe ser una de las escenas más sombrías que existen, es casi inadmisible que un cuerpecito tan arrasadoramente hermoso y perfecto quede inerte y frío. ¿Y si son muchos los picaflores que, de pronto, se abaten como hojas marchitas?
Nos preguntamos por los motivos de esta triste e inesperada circunstancia y no fue difícil arribar a desoladoras conclusiones: Una profesional ambiental que mi amigo consultó, indica que es probable que muchas aves y otros animales estén afectados por fumigaciones y uso de agroquímicos nada más y nada menos que en el Parque Tunari. ¿Y qué decir de los incendios que continúan devastando ese Parque Nacional que tiene la mala suerte de colindar con la mancha urbana de Cochabamba y sus dañinos habitantes? ¿Qué del reino del cemento y la especulación, de la tala indiscriminada y mutilación de árboles que no da tregua, de la obtusa mentalidad desarrollista que campea en la gestión pública, de que una y otra vez impongan mamotretos de cemento y proyectos mal planificados en áreas verdes, protegidas y agrícolas? Con ello de por medio, ¿es de extrañarse que se desplomen las aves envenenadas en plena primavera?
Mientras el bien común, literalmente, se sigue quemando sin piedad (en el Parque Tunari, en la Chiquitanía, en la Amazonía, etc.), es bastante ilustrativo que los angurrientos de poder sólo maquinen en desangrarse en su miserable guerra electorera, como si lo único que importara fuera la toma del poder a cualquier costo (mentalidad militarista). El problema es que una vez tomado y monopolizado el poder, la gestión pública deja mucho que desear y en los hechos tangibles moros y cristianos terminan representando –directa o indirectamente– al agronegocio, a especuladores de tierra y loteadores, al extractivismo petrolero y minero; sectores que son los que hacen y deshacen en los pésimos gobiernos que surcan a este país infortunado.
A estas alturas, aquellos sectores se creen los dueños de Bolivia y actúan cual si el resto estuviera obligado a corresponder sumisamente a sus mezquinos intereses. ¿El botón de muestra? Como si no fuera suficiente con tratar de introducirnos transgénicos con el paquete de agrotóxicos que conllevan, más de paso amenazan y amedrentan a ciudadanos/as que en sus legítimos derechos ambientales y colectivos han interpuesto una Acción Popular contra los DS 4232 y 4238. ¿Sabrán que la defensa del medioambiente está consagrada como derecho y deber en la Constitución? ¿Ubicarán que Bolivia no es su hacienda? ¿Cuántos pájaros caerán con los agrotóxicos de los transgénicos?
La autora es socióloga
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA