Prohibido las fiestas, no las concentraciones políticas
Bolivia se encuentra en la cuarta ola de la pandemia de Covid-19, indican las autoridades y medios de comunicación. En efecto, las cifras superaron los umbrales de seguridad y comenzaron a salir las autoridades a dar recomendaciones hipócritas y lejos del cumplimiento. Su mirada está puesta en esa “juventud desenfrenada” que se va de fiesta. Y se hace la vista gorda de las aglomeraciones políticas.
Desde el inicio de la pandemia, Santa Cruz es el departamento con más casos registrados, claro que también es el que tiene más población de todo el país. Sin embargo, eso no quita el dolor que representó para cientos de familias perder a sus seres queridos o gastar cuantiosos recursos para recuperar la salud.
Como si la memoria fuera tan frágil, hace unas semanas decidieron poner la política delante de la salud. Independientemente de si el pedido era legítimo o no, resultaba preocupante ver en la televisión esos cabildos multitudinarios que congregaron a gente de toda edad y muchos de ellos sin absolutamente ninguna medida de bioseguridad. No quise ser ave de malagüero, pero no pude evitar decir en voz alta en mi casa: “seguro que en unas semanas la Covid se dispara en Santa Cruz”.
Y así es, los casos están aumentando y las autoridades salieron a la palestra a prohibir encuentros y fiestas de fin de año. Pero ¿por qué no impidieron esas concentraciones? No está mal pensar en medidas, pero éstas carecen de legitimidad si luego se tienen estos actos contradictorios.
Y el otro bando no se queda atrás. Con mucha tristeza vi la marcha encabezada por autoridades oficialistas sin hacer ninguna alusión al cuidado de la salud. Es más, con orgullo decían que eran cientos de miles de personas, pero ¿cuántos tenían puesto un barbijo?
Esperemos que los casos no comiencen a dispararse en una semana en La Paz o peor aún, que los oculten y eviten atención médica por negar que se trata de Covid. Esa omisión podría costarles la vida.
No se quedan atrás el comercio ni el transporte. Y mucho menos las fantásticas luces navideñas instaladas en todas las ciudades y que congregan a cientos de familias con sus niños pequeños. ¿De qué sirve cuidarlos sin mandarlos al colegio, si luego van a este tipo de concentraciones de gente?
Es toda una constante hipocresía, pero cuando las ilustres autoridades (nótese el sarcasmo, por si no se entiende) se reúnen a tratar las medidas, resulta que sólo apuntan a las actividades nocturnas y se hacen la vista gorda de las otras previamente mencionadas.
Como escuché en una fiesta, “¿por qué tengo que dejar de hacer mi fiesta, si luego van a marchar y a aglomerarse en los trufis?” Una postura difícil de refutar y es que las autoridades perdieron toda credibilidad en el tema de lucha contra la pandemia.
La realidad es que lo más sano es que cada uno se cuide y cuide a los suyos. Crea o no en esta enfermedad, por empatía y fraternidad, simplemente no se exponga.
La autora es comunicadora social
Columnas de LORENA AMURRIO MONTES