Las áreas protegidas
El 4 de septiembre se celebró el Día Nacional de las Áreas Protegidas, fecha instaurada en 2005 para promover una mayor conciencia sobre estos trascendentales espacios que concentran gran parte de la biodiversidad del país, además de una significativa porción del patrimonio cultural, histórico y arqueológico boliviano. En el país existen actualmente 22 parques nacionales y cerca de 200 áreas protegidas municipales y departamentales, que abarcan cerca del 30% del territorio nacional.
La importancia de las áreas protegidas es inconmensurable. Son el repositorio de una amplia biodiversidad biológica y de ecosistemas naturales que sustentan la vida en el planeta y aseguran el bienestar de las sociedades. Por ejemplo, se estima que las áreas protegidas nacionales albergan al 70% de las plantas y vertebrados registrados en Bolivia. Además, de las 194 especies amenazadas en el país, 136 (70%) habitan en las áreas protegidas de importancia nacional.
Con respecto a las funciones ambientales de este capital natural, no sobra recordar que las plantas, animales y microorganismos, así como los ecosistemas que habitan (bosques, lagos, pampas, ríos, etc.), proveen alimentos y beneficios imprescindibles para la vida (agua limpia, aire puro, fertilidad de suelos, etc.). Por caso, el 61 % de los proyectos de riego en Bolivia depende de las áreas protegidas nacionales. Además, según estimaciones de 2019, un tercio de las exportaciones de ese año fue posible gracias a las áreas protegidas, que aseguran la fertilidad y el mantenimiento de los suelos, la dilución de los contaminantes y la preservación de los insectos polinizadores. Y el valor económico se incrementa hasta el 54% de las exportaciones si se considera la contribución hídrica para el consumo y la generación eléctrica.
Las áreas protegidas también contribuyen a la regulación del clima y evitan desastres naturales. Permiten por ejemplo que el ambiente se mantenga fresco y húmedo, reducen la erosión, encauzan naturalmente los ríos y almacenan grandes cantidades de agua, evitando inundaciones y desbordes durante las épocas de lluvia y sequías en los periodos secos. Adicionalmente, juegan un papel fundamental para la mitigación y adaptación del cambio climático, pues son los principales receptores de CO2 junto con los océanos. Para el caso boliviano, se estima que las áreas protegidas subnacionales y nacionales concentran entre el 35% y 60% de la capacidad de remoción total de emisiones; pero este potencial se está reduciendo por el incremento de la deforestación.
Además, áreas protegidas como el Madidi permiten la supervivencia de decenas de comunidades indígenas y proporcionan fuentes de ingreso a los pobladores de centros urbanos colindantes a través del turismo y de otras actividades productivas. Por ejemplo, según datos de WCS y CSF, las visitas de turistas extranjeros a las áreas protegidas generan entre 130 y 170 millones de dólares al año. De igual manera, se ha demostrado que los municipios asociados a parque nacionales presentan mejores indicadores de desarrollo con respecto a regiones similares alejadas de las áreas protegidas.
En resumidas cuentas, se trata de un capital natural y cultural de vital importancia que no siempre es reconocido ni valorado en su justa medida, ya que muchas veces es asumido como inagotable. Por todo ello, urgen no sólo conmemoraciones como la del domingo, sino también políticas públicas y educativas que promuevan una visión que valore a cabalidad la importancia de las áreas protegidas. Se trata de una cruzada cada vez más importante en un mundo que pierde su capital natural a pasos agigantados, dando lugar a crisis de envergadura como el calentamiento global y pandemias como la de la Covid-19, ya que el 60% de las enfermedades emergentes es de origen zoonótico, resultado de la destrucción de los ecosistemas y del tráfico de fauna silvestre.
Columnas de GONZALO JORDÁN LORA