Días de votar
Hace una semana lo hicieron en Argentina y hace algunas horas en Ecuador. En el primer caso se registró una sorpresa, determinada por el hartazgo y, en el segundo, la aparente reiteración del mismo escenario de 2021, aunque con nuevos protagonistas. Los argentinos votaron desde la bronca, los ecuatorianos desde la polarización.
Posiblemente en Argentina los fanáticos “libertarios”, es decir, el voto duro de Milei, represente un voto minoritario. No todo el que votó por este curioso ejemplar de la política rioplatense se identifica con sus ideas, pero con certeza lo prefiere a cualquiera de los otros simplemente porque es “otro”, es “nuevo” y seguramente porque hacerlo “peor” que los anteriores es imposible.
La experiencia ya no juega a favor de un candidato, sino todo lo contrario, porque significa que dio el examen, fue reprobado y ya nadie quiere tropezar con la misma piedra.
Milei es parte del espectáculo en una sociedad farandulera como la argentina. Alza la voz, se expresa en un lenguaje más o menos vulgar, dice malas palabras a diestra y siniestra, descalifica brutalmente a sus adversarios, y pone a sus compatriotas en una disyuntiva “jodida”: ser un “boludo” que vota a los mismos de siempre —la “casta”— y que ya no tiene derecho a quejarse o un “atrevido” que apuesta por el cambio casi a ciegas.
En Ecuador la cosa es un poquito más compleja. El correísmo, como el masismo en Bolivia, sobrevive gracias a su voto duro y está ahí siempre como una posibilidad. A pesar de todas las denuncias en su contra y hasta de una sentencia que lo inhabilita para postular a cargos electivos y que lo mantiene en condición de prófugo, Rafael Correa mantiene vigencia y respaldo, sobre todo en las provincias (departamentos) que durante su gobierno experimentaron evidentes mejoras y donde la gente habla con cariño y siente nostalgia por los buenos tiempos del Mashi (en quichua: compañero) Rafael.
Ni Lenin Moreno, su sucesor, a quien en filas de Alianza País se ve como “traidor”, y mucho menos Guillermo Lasso, el presidente liberal sin mando, a quien se responsabiliza por la ola de violencia e inseguridad que estremece al país, lograron convertirse en referentes de un cambio favorable para la gente. El mérito de Moreno fue darle la espalda a Correa y el de Lasso mejorar apenas lo macro, pero sin llevar mayor bienestar a millones de ecuatorianos que siguen esperando a un mesías político que atienda todos sus problemas. Por eso, Correa no fue olvidado.
Con relación a las elecciones de 2021, los comicios anticipados de este año muestran que los directores cambiaron, pero las partituras de la polarización se mantuvieron. Si bien el tema de la inseguridad, agravada por el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, jugó un papel importante en la votación, al final lo más probable es que el balotaje enfrente nuevamente a un candidato con el perfil ideológico de Guillermo Lasso, pero mucho más joven, como el empresario guayaquileño Daniel Noboa (35) y la correísta Luisa Gonzales, cuya responsabilidad más importante en caso de ser elegida seguramente será influir para eliminar las trabas legales que obstaculizan el camino de Rafael Correa hacia el palacio de Carondelet en Quito.
Un tercio del voto en los comicios ecuatorianos fue a favor de candidatos cuyas campañas giraron en torno al tema de la inseguridad. El empresario Jan Topic y el periodista Christian Zurita, reemplazante del asesinado Fernando Villavicencio, son dos figuras políticas nuevas, que llegan de la mano de una coyuntura violenta e intimidante.
Noboa recibió un like mayoritario de los jóvenes, que lo ven más cercano, con un discurso más amplio que el de Lasso, no tan cerrado en los valores tradicionales a los que coyunturalmente el presidente saliente del Ecuador tuvo que renunciar para captar el voto de las mujeres y de las nuevas generaciones. En el caso de Noboa, sus 35 años de edad hablan de él más que sus discursos.
Alianza País (el MAS ecuatoriano) retiene otro tercio del voto, más o menos similar al que, según la mayoría de las encuestas, cualquier candidato masista obtendría en las elecciones de 2025, frente a más de un 60% de los votantes que se debaten en la indecisión o adhieren en porcentajes menores a proyectos políticos que mantienen vigencia desde hace por lo menos dos comicios.
La lección de Ecuador es que puede haber renovación de cúpulas, sin cambiar necesariamente la propuesta y que eso puede funcionar, sobre todo porque lo que prevalece, como sucede en Bolivia, es la polarización. Lo nuevo tendría que ver más con la candidata o el candidato y no necesariamente con el proyecto.
Si Evo Morales es el que experimenta más desgaste y tiene menores chances de reproducir el poder, bien podría ser cualquier otro el que asuma esa representación. Lo mismo en el caso del resto de las organizaciones políticas, que ya sometieron sobradamente y sin mucho éxito a unas cuantas personalidades al escrutinio de los votantes.
Argentina y Ecuador, de maneras diferentes, muestran las tendencias en una región que no deja del todo atrás la vieja disyuntiva entre izquierdas y derechas, ni se lanza unánime a un cambio impulsivo en direcciones inesperadas. Así estamos en estos días de votar.
Columnas de HERNÁN TERRAZAS E.