¡Mujer, vida y libertad!
Narges Mohammadi es Premio Nobel de la Paz 2023. Gran noticia tratándose de una mujer; más aún, siendo ella iraní; mucho más, estando en prisión bajo la brutalidad represiva fundamentalista islámica.
“Página 12” informó el 06/10 que “el jurado la distinguió “por su combate contra la opresión de las mujeres en Irán” y “su lucha por promover los derechos humanos y la libertad para todos”, y que la familia de Mohammadi dijo en un comunicado: “Dedicamos este premio a todos los iraníes y, en especial, a las mujeres y niñas iraníes que han inspirado a todo el mundo por su valentía y su lucha por la libertad y la igualdad”. Por su parte, Javier Brandoli en El Confidencial manifiesta: “Nadie debe permanecer en silencio ante tanta crueldad”. Narges Mohammadi escribió estas palabras desde la cárcel en la que cumple una condena por “difundir propaganda contra el Estado”. Fue entre rejas cuando publicó la carta para alzar la voz contra la muerte de Mahsa Amini, la joven que murió bajo custodia policial en Teherán tras ser arrestada por no llevar el velo “correctamente colocado” sobre la cabeza. Ha sido también en prisión donde se ha enterado de que ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2023, cuando se cumple un año de las protestas masivas que sacudieron Irán pero que fueron duramente reprimidas por el régimen de los ayatolás.”
Queda clara la causa defendida por la premiada, quien comenzó su lucha por los derechos humanos, contra la pena de muerte y por la democracia en la universidad. Simultáneo fue el inicio de la represión en su contra, sin haber cesado hasta ahora, habiendo pasando la mitad de su vida entrando y saliendo de prisión, torturada con grave impacto sobre su salud, según denuncia de Amnistía Internacional.
Detalla Infobae en “Quién es Narges Mohammadi, la activista iraní encarcelada que ganó el Premio Nobel de la Paz” que su apresamiento actual comenzó en 2021, encontrándose en la prisión de Evin de Teherán, donde están recluidas personas con vínculos occidentales y presos políticos, prueba del grado de restricción a los derechos civiles y políticos en el contexto teocrático islámico, y de su confrontación con el mundo occidental democrático. Añade que Narges “ha sido encarcelada 13 veces y condenada en 5 oportunidades. Además, la justicia persa ordenó que le aplicaran 154 latigazos”, cruel sanción corporal inspirada en el derecho penal del enemigo, premoderno, típico de tiranías que conforman un bloque con Rusia, China, Corea del Norte, Irán y sus adherentes incondicionales, incluyendo a Cuba, Venezuela, Nicaragua y, para mal de nuestros pesares, Bolivia.
En 1999, se casó con Taghi Rahmani, prorreformas como ella, habiendo nacido dos hijos de esa unión. Él también fue perseguido y encarcelado por la teocracia. Después de 14 años de prisión, Taghi se exilió en Francia en 2012 con sus dos hijos. En 2003, Narges se incorporó al Centro de Defensores de Derechos Humanos -cofundado en 2001 por la abogada Shirin Ebadi, primera iraní galardonada con el mismo premio ese año– cuyos objetivos son la defensa legal gratuita a los perseguidos por motivos de conciencia y políticos, el apoyo a familias de presos políticos y de conciencia y la denuncia de violaciones de derechos humanos en Irán, evidenciando el enfoque integral de la lucha por los derechos humanos.
Una nota de prensa de Lara Villalón en El Mundo señala que la represión aumentó contra Mohammadi después de la publicación de su libro “Tortura blanca: entrevistas con prisioneras iraníes”, y un documental sobre el aislamiento impuesto en muchas cárceles del país y que la propia activista ha sufrido. AFP informa que la ONU ha pedido a Irán que libere a la galardonada quien, con otras tres prisioneras, el pasado 16/09 quemó su velo en el patio de la cárcel conmemorando el aniversario de la muerte de Mahsa Amini.
En 2022 Amnistía Internacional recolectó digitalmente firmas para detener la tortura, los azotes y para que Narges quede en libertad en forma definitiva. La campaña logró 60.528 firmas. Muy pocas para el mundo occidental donde se supone que la causa de las mujeres ha alcanzado posicionarse casi hegemónicamente en el discurso y las acciones de un creciente y poderoso movimiento feminista. Salvo que la causa de tal movimiento ya no sea la de las mujeres. Salvo que el feminismo global, como reza el título del texto de Brandoli “se ha olvidado de las iraníes” porque ya no se trata de libertad y de igualdad jurídica, sino de cualquier otra cosa inspirada en otra agenda con fines ajenos a ellas. Por eso las feministas callan vergonzosamente ante la barbarie del fundamentalismo islámico, cuando “nadie debe permanecer en silencio ante tanta crueldad” como dice la misma Narges Mohammadi.
Esas palabras nos llaman a exigir su libertad y la de todos los presos políticos y de conciencia del mundo entero, y a refundar el movimiento por los derechos de las mujeres, proclamando como lo hace ella en la calle y desde la prisión: “Mujer, vida y libertad”.
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