Los antivacunas, la necedad y el hambre
Cuando comprobó que las exageraciones de la ignorancia actual eran la misma vaina que la necedad de fines del siglo XIX, no dudó en ratificar que la vida daba vueltas en círculo. Para ella el cúmulo de patrañas que movía a esa masa de incultos era más propia de las paranoias que del pensamiento racional. Le resultaba difícil creer que a pesar del Renacimiento y la Ilustración el tiempo no hubiese cambiado drásticamente el pensamiento humano, pero aceptaba sin complejidad que los argumentos de la imbecilidad seguían intactos y se fundaban aún en el miedo y la mentira.
En un cierto momento, cuando la gente moría a racimos bajo el peso de la infección de la viruela, ella misma pensó que aquella era una solución mucho más higiénica que la guerra. La peste causaba menos estragos que cualquier conflagración, y si bien estas últimas eran sangrientas y estremecedoras, las primeras provocaban menos estragos y aturdimiento.
En otra época ella misma había visto cómo la ciencia supo abrirse paso entre las tinieblas de lo incierto para crear la primera vacuna. Fue en un lejano 1798 cuando se creó la primera cura contra la viruela. Dos siglos después, en 1979, se erradicó aquel mal. “Tantos morían por la viruela”, aseveró con nostalgia.
Aquella consternación empezó a disolverse cuando recordó que en la década de los 70, la feroz resistencia a la tosferina había provocado al menos tres epidemias en Reino Unido.
-¡Qué lindos son los antivacunas! -, manifestó.
La noticia de que aún en pleno siglo XXI los antivacunas seguían luchando contra la evidencia científica le trajo una sonrisa al rostro. Tamaña situación le despertó un dinamismo y un apetito muy común en ella, pues era obvio que quitar la exigencia del carnet de vacunación significaba otra victoria para el miedo y la ignorancia.
Cuando la Muerte se despabiló de aquellos pensamientos y se incorporó con su guadaña mortal y su presencia temible, sintió que el costillar se le hundía por un hambre que ansiaba devorar las vidas que para ella eran como el pan nuestro de cada día. Su hambre, sin embargo, se calmó porque sabía que era sólo cuestión de tiempo, porque la ignorancia tiende a vencer a la razón, porque el miedo se impone por sobre la ciencia y porque la humanidad carga la sentencia eterna de ser irresponsable y necia para toda la eternidad.
- Ya pronto se van a morir todos -sentenció.
Columnas de RONNIE PIÉROLA GÓMEZ