De detenciones injustas
No es secreto que durante la presidencia de la señora Áñez la justicia fue muy deficiente; no tanto como durante los 14 años del gobierno de Morales, pero tal vez eso fue porque ésta solo duró un poco menos que un año. El mal de la justicia de este país es terrible, y uno de sus peores síntomas son las detenciones preventivas, que en realidad son una negación de ese derecho que tiene el ciudadano a ser considerado inocente mientras no se demuestre su culpabilidad.
Durante el Gobierno transitorio, la Fiscalía, que dicho sea de paso siguió siendo masista, actuó de la manera que estaba acostumbrada y encarceló a personas ciertamente inocentes, como la exjefa de gabinete de Morales e inicio juicios a muchísimas personas, extendiéndoles mandamiento de apremio.
Los más de 11 meses que algunos exfuncionarios del gobierno del presidente que huyó luego de renunciar permanecieron en la embajada de México, sin que se les concediera un salvoconducto, son un ejemplo de eso, y, obviamente, una muestra de que el Gobierno de la señora Áñez fue muy poco compasivo. (Aunque sí dejó salir de Bolivia por razones humanitarias a dos exministros que estaban también buscados por esa justicia).
El tener como ministro de Gobierno a un individuo que personifica la prepotencia tampoco ayudó. El Gobierno transitorio cometió muchas torpezas y, como dije antes, siguió la tradición atrabiliaria del masismo.
Los masistas, del actual Gobierno y los de la reserva, se llenan la boca al calificar el encarcelamiento de la señora Áñez, no como una venganza, sino como un acto de justicia. Lo hacen con un fariseísmo al que nos tienen acostumbrados, pero que no deja de ser indignante, y es que lo último que jamás les interesó fue la justicia. Su juego es el poder, mejor dicho, el abuso de poder.
Si hubiera un afán de justicia, es obvio que el expresidente Morales debería estar en el banquillo de los acusados, en primer lugar, por haber propiciado una tan flagrante violación a la Constitución, y, en segundo, por haber promovido el fraude que ahora pretenden ocultar gritando que hubo un golpe de Estado.
En realidad, todo el descalabro que hemos vivido desde octubre de 2019 es responsabilidad del expresidente, que no cumplió con su cargo y con su juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución (por muy defectuosa que ésta sea).
Los castigos que impone la justicia tienen varios fines. Aparte de exigir al reo que cumpla con la sociedad por su mala acción, está la intención de que ese castigo sirva de ejemplo para el resto de la sociedad, y hay, de paso, una parte de retaliación, de compensación a quien hubiera sido perjudicado, eso que, dependiendo de los ojos con los que se vea, puede ser llamado venganza.
El encarcelamiento de la expresidenta Áñez es ilegal y absurdo porque se la acusa de un delito que no tuvo lugar y del que, de haber sucedido, ella no sería bajo ningún punto de vista, ni la instigadora ni la perpetradora del mismo. Lo cierto es que lo que aquí se puede ver es no otra cosa que un gran deseo de aleccionar a la ciudadanía, no para que nadie se anime jamás a hacer un golpe de Estado (porque éste no sucedió), sino para que a que nadie nunca más se anime a contradecir los deseos y planes de Evo Morales, y su entorno, de permanecer en el poder para siempre…
La injusta detención de la señora Áñez, salpimentada con pequeños y grandes abusos cotidianos, molesta no sólo a los opositores locales, sino, fuera de nuestras fronteras, a quienes creen en el valor de la democracia y en los procesos justos. La llamada de atención de la Unión Europea no es poca cosa.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ