Dimisión del titular y conflicto de poder en el Ministerio de Educación
Eclipsada por el conflicto político y social por la derogación de la Ley 1386, la renuncia del ministro de Educación resulta ser un claro, pero triste indicador de que la educación no es una prioridad en esta gestión de gobierno.
Afloran algunos puntos sintomáticos y seriamente llamativos:
- El presidente, pese a las pruebas contundentes contra el ministro por tráfico de influencias, se hizo de la vista gorda y prefirió dejarlo en su cargo por un lapso prolongado, tratando de que el tiempo cubra el evidente problema. Ergo: no le interesa la transparencia ni la ética en la educación.
En otro país más respetuoso de la institucionalidad, su imputación formal por tráfico de influencias hubiese significado la destitución inmediata del ministro ya que, además de las denuncias de varios docentes afectados y de padres de familia, había sido denunciado también por la viceministra de Educación Superior. Aquí, lo llamativo es que la designación y la remoción de ministros y viceministros es competencia del presidente del Estado. Es paradójico que ambos convivieran por más de tres meses como denunciante y denunciado y que el presidente ignorara esa realidad.
- Una vez más aflora el conflicto entre masistas y comunistas en el sistema educativo y especialmente en el Ministerio. Viven, desde la primera gestión de Evo Morales, un matrimonio de conveniencia para controlar a un siempre conflictivo magisterio. El Partido Comunista (PC), presente en federaciones y confederaciones de maestros, necesita las pegas en el sistema educativo para sobrevivir como organización. De hecho, controla la mayor parte de los institutos normales del país. El MAS, a nivel de militancia, añora esos cargos y hará lo posible para ocuparlos y acudirá incluso al espionaje para ganar esos espacios. De hecho, fue Inteligencia de la Policía la que llegó a obtener los chats incriminatorios. Sin embargo, destituir al ministro Quelca ponía en apuros al presidente, ya que tener al PC de adversario en el magisterio supone conflictos a la vuelta de la esquina.
- Tres días después de la renuncia forzada del ministro de Educación, no se tenía aún el nombre de su sucesor. Posibles razones: a) El presidente no encuentra al profesional idóneo para ocupar el cargo porque los idóneos rechazan su invitación (Esto supondría que al presidente sí le interesa la educación en términos técnicos, cosa poco probable). b) En una solución política, aún no se decide entre el MAS y el PC para dirigir el ministerio del área. Y c) Las pugnas son demasiado fuertes, aún dentro del MAS y\o aún no le indican quién debe ocupar el cargo.
- La política sigue marcando la agenda de la educación. Todavía no existe convicción, en el Gobierno, de que la educación requiere, con urgencia, un criterio técnico y un acuerdo amplio entre el Estado y la sociedad para hacerla funcionar debidamente. El presidente aún no es consciente de que los bajos resultados obtenidos en las pruebas de medición de calidad educativa son, entre otros factores, resultado de la terrible sujeción del sistema educativo a las pugnas políticas y sindicales.
- Estas posiciones ideológicas y sus correspondientes derivaciones políticas, marcan fuertemente el sistema educativo y lo vuelven lento, conservador, burocrático, centralista y prebendal, en desmedro de la dinámica y la creatividad de un servicio de tan alta importancia que requiere la cambiante sociedad para su presente y su futuro.
- Lamentablemente, más allá de una interesante propuesta de la Iglesia católica y de alguna que otra voz aislada, no se ve en el horizonte la posibilidad de que nuestro sistema educativo avance hacia una transformación en la que la ética y la técnica se sobrepongan al interés político, al menos en esta área, y vuelvan a ser parte de la agenda de quienes desean guiar a los niños y a los jóvenes.
- La pandemia ha trastocado la educación en el mundo. Y mientras acá respondemos al nuevo contexto con una más que tibia educación a distancia y un desenfrenado deseo por volver a clases presenciales, en otros lugares se tejen respuestas innovadoras y participativas. ¿Nos subiremos al carro de la historia? La respuesta del presidente a la renuncia forzada de Adrián Quelca será un claro indicador de la respuesta a este reto.
El autor es asesor pedagógico
Columnas de ALBERTO LIBERA