Los seres humanos nos divertimos, bailamos… y cogemos
Dos noticias me llamaron la atención estos últimos días, una se refiere a la represión sexual en general y la otra trata sobre la represión a las mujeres.
Una noticia es respecto a la profesora de Mineros en Santa Cruz, mujer a la que quisieron poner tras las rejas por pedir una muestra de semen a sus estudiantes para poder examinar ese fluido corporal en la clase de biología. ¿Acaso el semen no es un fluido corporal del cuerpo masculino, tanto como es la sangre, la saliva, el sudor? ¿Metemos a la cárcel a los profesores/as que alguna vez nos pidieron colocar un poco de saliva en el microscopio para examinarla en la clase?
El asunto acá es que el semen proviene de la actividad sexual y ese es el hecho que se buscó censurar. Es decir, en pleno siglo XXI, seguimos en el meollo de una cultura política llena de taras respecto a la sexualidad y por ello esquizoide, bipolar, traumada. ¿Acaso no todos y todas cogemos? ¿No todas y todos sentimos placer sexual e infortunado/a ser el/la que no lo haga? ¿No es completamente normal y saludable masturbarse y descubrir el cuerpo en la adolescencia (y toda la vida)? ¿No es cierto que cada vez más jóvenes empiezan su vida sexual a tempranas edades y que la industria cultural está plagada de alusiones sexuales? ¿Entonces, no es lamentable que abunden personas que crean que llevar una muestra de semen para una clase de educación sexual para adolescentes es algo malo?
Es inverosímil cómo a estas alturas del partido hay que seguir recordando que el sexo es parte intrínseca y fundamental de la naturaleza y de la vida. ¿O cómo nos reproducimos? ¿O creemos la aburrida fábula de entes divinos que embarazan con magia a vírgenes contra su voluntad? ¡Sinceramente yo, como mujer, prefiero mil veces el placer del sexo a ese escenario santurrón fuera de la realidad! ¡Qué bien que la naturaleza funciona como funciona y no en base a mitos represivos!
A pesar de las taras represivas sociales, la sexualidad sigue fluyendo, su realización es tan inevitable como comer, defecar o dormir. Y en entornos conservadores y pechoños (en los que las clases de educación sexual son vistas con desconfianza) igual nomás saldrá por alguna parte, estamos cansados de saberlo, escrito está en la literatura más célebre, impreso en lo mejor de las ciencias que estudian la naturaleza humana y animal y bien lo sabemos todas/os en el fondo de nosotras/os. El problema es que justamente en ese tipo de entornos autoritarios la sexualidad se trastoca en confusión, conflictos, violencia, abuso, sometimiento, irresponsabilidad, infelicidad…Y embarazos no deseados. Entonces, las profesoras/es que enseñan educación sexual en un contexto como el boliviano hasta deberían ser premiadas/os. Si por la conducta de alguien hay que preocuparse en esta situación, yo me preocuparía más por el padre que “denunció” a la profesora, y por su hijo, por razones más que obvias.
La otra noticia que me llamó la atención es sobre el escándalo que desataron unos videos donde la Primera Ministra de Finlandia se encuentra en una fiesta bailando y cantando con sus amigos/as. Y como siempre suele suceder en el caso de autoridades y funcionarias públicas mujeres en contextos que no terminan de sacudirse el machismo histórico, más que la valoración objetiva de la calidad de sus gestiones y gobiernos, para variar, los medios se enfocaron en aspectos de su vida privada para apuntarlas y desestimarlas. Así, con lágrimas en los ojos la Primera Ministra se vio obligada a explicarse: “Soy un ser humano. A veces también busco alegría, luz y placer en medio de estos oscuros nubarrones […] “Esto es algo privado, es alegría y vida” […] “Pero no falté ni un solo día a mi trabajo”.
¿Cómo es posible que a estas alturas del avance y conocimiento de la humanidad y los derechos humanos, una mujer tenga que justificarse públicamente por bailar y pasarla bien en su tiempo libre? ¡Y ello sucede en una social democracia que, se supone, funciona, como es el caso de Finlandia!
Terrible que aún se presenten contextos en los que las mujeres seamos señaladas por ejercer nuestra libertad que ha costado tanto conseguir, por bailar con nuestras/os amigas/os, por salir de fiesta, por divertirnos. ¿Y qué hay del ejercicio de la sexualidad femenina? ¿Qué hay del ejercicio de la sexualidad femenina en entornos en los que muchas de nosotras hemos recibido acoso y/o violación como parte de nuestra iniciación sexual? ¿Qué hay del ejercicio de la sexualidad femenina que continúa apuntada por instituciones religiosas caducas, por colectividades sedientas de mezquino chisme, por una cultura política que se resiste aceptar que todos/as los/as seres humanos, ellas, ellos, elles, nos divertimos, bailamos… y cogemos?
Es mejor eso que la guerra, esa misma que obligan a “replicar” a los niños/as en las escuelas durante las horas cívicas “patrióticas” y sin que nadie se queje.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA