Razones, no emociones
Persisto en creer que la intervención ecuatoriana en la embajada de México es inaceptable. Hay muchas razones para ello, pero me concentro en una en particular: a los bolivianos nos interesa un sistema internacional con un mínimo de reglas.
Para comenzar, quisiera desengañar a los más ilusos y decirles que el mundo es un lugar brutal donde predomina la fuerza. No existe (y no creo que sea deseable) un gobierno mundial que imponga una moral universal o normas “justas” o “humanas”. Los Estados actúan en función de intereses, no por un principio ético o en nombre de la bondad. La Historia abunda en ejemplos.
Nuestra época es notable porque ha reducido al mínimo la expresión abierta y descarnada de la fuerza. La comunidad internacional acepta, al menos en el papel, que ciertas cosas no pueden hacerse. Vivimos en medio de una curiosa ficción: los estados pequeños y débiles merecen la misma consideración que los grandes, su voz tiene el mismo peso en foros internacionales y sus fronteras no deben modificarse por ningún motivo.
Me pregunto ¿en qué mundo le interesa vivir a Bolivia? Y creo que la respuesta es evidente. Nos conviene un mundo donde ciertas reglas, por precarias que sean, limitan la acción de los estados más fuertes. La mayoría de los países ignora alegremente nuestra soberanía y desprecia nuestra existencia, pero al menos guarda apariencia de respeto.
Digo esto para contribuir al debate, en particular entre mis amigos de derecha (se etiqueten o no como liberales). Tengo la impresión de que celebran que Noboa encarcele a un zurdo corrupto.
No comparto su alegría, pues me parece que están dejándose llevar por la emoción. Aprecian una minúscula victoria de corto plazo, sin considerar todo el panorama. Si algún día esperan gobernar este país les toca ejercitar la razón y proponer a nuestra sociedad algo más que consignas.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ