Los salares de Bolivia y Chile, en una muestra en Santiago
Los salares que blanquean vastas extensiones del desértico norte de Chile y el suroeste de Bolivia son el escenario utilizado por el artista chileno Hernán Cruz para su exposición “Mares blancos”, que resume dos años de recorridos por esos parajes y su particular visión de los mismos.
La muestra, que permanecerá abierta hasta el próximo 15 de julio en el Museo de Artes Visuales (MAVI) de Santiago de Chile, con la curatoría de Ricardo Loebell, consiste en una narración en diversos formatos, fotografías, dibujos, videos o cuadernos de los viajes de Torres por los salares.
La exposición narra tres viajes realizados por el artista a distintos salares, comenzando el primero el 16 de mayo de 2016 en los salares de Uyuni y Coipasa en Bolivia, y el poblado de Isluga, en la región chilena de Tarapacá.
El segundo viaje tuvo lugar en octubre de 2016 al salar de El Laco en la Cordillera del norte chileno, y el tercero lo realizó en marzo de 2017 al salar de Surire, en la región de Antofagasta.
En todos esos lugares, el autor realizó diversas intervenciones y acciones de arte que los expertos han relacionado con el llamado “Land Art” (Arte de la tierra).
Se trata de una corriente artística que gesta una estrecha relación entre el paisaje y la obra, construida con materiales de la misma naturaleza y que se instala temporalmente en el mismo territorio.
Tal concepción yace en la exposición “Mares blancos”, que contiene 50 piezas de arte, incluidas 41 pinturas, dos dibujos de mapas, dos fotografías, un video, tres mesas de vestigios, testimonios y cuadernos del artista.
“Me baso en la experimentación de la materia y en la concreción de la línea”, dijo Cruz respecto de la reconstrucción en sus pinturas de las huellas de sus viajes.
Ello le permite al autor desarrollar un lenguaje pictórico abstracto “en el que la mancha delineada es el tamaño, junto con destellos de pigmentos, de líneas y trazos, desafiando el informalismo gestual”, según él mismo explicó.
Para el curador de la exposición, Ricardo Loebell, el autor tiene una mirada “muy diferente a la del viajero común”, pues “hace una lectura del territorio y lo plasma en su estado más genuino”.
“Es como un llamado a valorar y cuidar este paraíso que es nuestro”, apuntó.
Loebell percibe que Hernán Cruz “abriga la idea de experimentar la unión perfecta” entre la naturaleza y el arte.
Nacido en 1960, Hernán Cruz comenzó en 1980 con sus primeros dibujos y pinturas abstractas, de fuerte color, sobre papel y sus exposiciones públicas comenzaron en 1997, período que culmina con la muestra catalogada en la edición “Abstracciones” 1998-1999, de la Galería Marlborough, de Santiago de Chile.
A partir de 2010, Cruz combinó sus acciones de arte con viajes a través de ciudades y territorios que abordan la vastedad en una visión abstracta.
Parte del proceso creativo es traer al regreso tierras de origen que se mezclan con otras materias para lograr “su espesura matérica y cromática” e incorporar vestigios de algunas instalaciones ejecutadas en el Altiplano.
“Trabajo con aceites, pigmentos, arenas y tierras que se vierten sobre superficies diversas (arpilleras, paños, totoras, cartones, papeles, metales) para alcanzar la materia pictórica”, explicó Cruz.
TALENTO HEREDADO
Padre arquitecto. Su padre, Alberto Cruz, un destacado arquitecto y teórico fue uno de los creadores de la mítica “Amereida”, en los años 60.
Poesía y viaje. Amereida fue una visión poética de América, un poema acerca del origen y destino del continente, que dio lugar a un viaje, organizada por profesores, desde Tierra del Fuego hasta Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.
Indómita inmensidad. Según Hernán Cruz, los viajes de su padre se hacían al alero de la poesía y la arquitectura, mientras que los suyos están al alero de la plástica y del deseo simple de propagar la sensación de indómita inmensidad que aprecia, por ejemplo, en los salares.