El mal y la sombra del maniqueísmo en San Agustín
“Alipio de Tagaste. Historia y ficción”, escrita por el sacerdote Hans va den Berg, se presenta mañana en el colegio San Agustín.
Todos tenemos un pasado, muchas personas no son capaces de aceptar lo que hicieron en él. Por ejemplo, cierto hombre que huyó de casa a sus diecisiete en busca de “la verdad”, se unió a una secta y vivió casi 10 años dedicando su vida a enseñanzas en las que justificaba a un dios dual que ponía el mal en el mundo. Al crecer, este hombre escribe un libro confesando todo lo que había hecho, buscando el perdón de Dios y crítica a la secta que lo “retuvo” en el pecado por años. Hombre que ahora conocemos como san Agustín de Hipona. Pero ¿realmente podemos huir del pasado? Tras convertirse al cristianismo, ¿realmente se “exorcizó” por completo de los maniqueos?
Para iniciar este viaje, debemos dar un vistazo a la relación histórica que hubo entre ellos. Agustín de Hipona fue miembro de la secta maniquea desde los 18 hasta sus 29 años. Él mismo se refirió a ese momento de su vida como “el año de su caída”. Tiempo en el que también se desarrollaron sus años de formación académica y en los que trabajó como profesor de retórica.
Tras convertirse al cristianismo, muchos de sus postulados y un par de epístolas son dirigidas en contra de los maniqueos y sus creencias. Sus escritos resaltaron por sobre otros autores de su tiempo por esta relación histórica. La perspectiva vivencial que utilizaba San Agustín le dio otro nivel de franqueza en lo que escribía. Él fue parte de los seguidores del maniqueísmo y sabía de primera mano a qué se estaba oponiendo. La forma en la que se expresaba sobre ellos y sus años como parte de la secta es mucho más apasionada. San Agustín no sentía una culpa corriente por sus años en esa secta, esta asqueado, horrorizado, por sus ideas, prácticas y que él haya sido parte activa de ellos. Sintió una aversión vehemente por esa secta y todo lo que implicaba, y no dudó en demostrarlo en sus escritos.
Para comprender mejor lo que dice san Agustín es necesario ver un poco sobre los maniqueos. La secta fue creada por Manes, un pensador persa que decía haber sido iluminado por Dios, autonombrado como el único que podía interpretar las sagradas escrituras de forma correcta. Esta autoproclamación fue motivo de crítica por parte del catolicismo. Los maniqueos profesaban una universalidad dicotómica. El bien y el mal estaban dentro de todos y todo, incluido Dios. Por lo que afirmaban que existía un Dios bueno y uno malo dentro de un solo espíritu. Estas ideas sobre el mal también condicionan al bien: no existe justicia sin la injusticia, no existe la verdad sin la mentira, no existiría el bien sin personas que hagan el mal. Lo que se llegó a interpretar como una posible justificación al mal que las personas hacen.
San Agustín, para explicar al mal, respondía a dos preguntas cuya respuesta podía contradecir a los dogmas de la Iglesia. La primera es: ¿el mal existe desde siempre? De ser positiva la respuesta, significaría que es una substancia que no fue creada por Dios y tampoco puede ser destruida por él. Lo que quitaría a Dios la etiqueta de omnipotente. Y la segunda, ¿el mal fue creado? De ser creado, en un sentido teológico, afirmaríamos que fue creado por Dios, esto iría en contra de la imagen de un Dios bondadoso que estaba planteando la Iglesia, dándoles la razón a los maniqueos sobre las ideas del “Dios malvado”.
La respuesta que plantea san Agustín es que el mal ontológicamente no existe. Como dijo en “Las confesiones”: “El mal no es una substancia, sino un desorden contrario a la substancia”. El mal es ausencia del bien, y el bien mayor es Dios, por lo que el mal en la tierra es una ausencia de Él. Esta idea no intenta contradecir la omnipresencia divina, dice que esta ausencia es elección del hombre por su libre albedrío. Por lo tanto, el mal es producto del hombre cuando su libre albedrío lo aleja de Dios y el plan que tiene para los humanos.
Las confesiones, una obra autobiográfica en la que Agustín de Hipona habla sobre los pecados que realizó en su vida y de los cuales busca expiarse en líneas que después hace públicas. Al hablar de todo lo que se arrepiente, expone lo que considera como el mal o un pecado. Las ideas como la vanidad al buscar ser amado o el hurto de unas peras, quedaron tan marcadas entre los recuerdos de san Agustín que busca redimirse escribiendo sobre ellas. Éstas, por supuesto, tienen influencia cristiana debido a la relevancia en el pecado carnal que mancha el espíritu.
En cambio, otras afirmaciones en relación al cuerpo como recipiente del pecado y la mujer como portadora del mal, llegaban a ser muy similares con las ideas de un cuerpo que alberga el bien y el mal tal como hablaban los maniqueos.
En “Las confesiones”, san Agustín critica al maniqueísmo y dedica varios libros a arrepentirse de todo lo que vivió entre ellos. Sin embargo, al momento de hacer estas críticas suelen verse ideas dualistas. Los critica con aquellas creencias contra las que se queja.
Tras todo esto podemos ver con mayor claridad la relación entre los maniqueos y san Agustín, tanto positiva como negativa. Muchos de sus tratados hablan sobre ellos y los errores en los que incurrían por llevar una vida bajo creencias y practicas paganas, pero en ocasiones mantiene esas ideas de dualidad que afirmaba la secta. Mientras confesaba aquello de lo que se arrepentía, mientras trataba de huir de su pasado, en ocasiones volvía a ser parte de las ideas contra las que hablaba.
MÁS SOBRE EL AUTOR
País de origen. El padre agustino Hans van den Berg llegó a Bolivia desde Holanda.
Más de 48 años en Bolivia. Su especialidad es historia de las religiones.
Publicaciones. Ha publicado 26 libros con temas como las naciones originarias del país, la colonia, la evangelización y la imbricación de los sistemas de creencias indígenas y el cristianismo.
Su primer libro. El “Diccionario religioso aymara” ha sido editado por el Instituto de Estudios Aymaras (IDEA) y el Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA).