Élites y prácticas clientelares
Gaetano Mosca define a la clase política (o élite) a un selecto grupo social como resultado de una lucha de clases y que lo real en un régimen político es que la minoría gobierna a la mayoría, dejando como apariencia a la democracia. En nuestro contexto las luchas sociales estuvieron protagonizadas por las organizaciones sociales de base indígena, campesina en las que se sumaron gremios, sindicatos, juntas vecinales bajo la bandera MAS-IPSP.
Y fue así en que un grupo minutario de este instrumento político se hiciera del poder. No obstante las sociedades son dinámicas y cambiantes para ello las élites van rotando o cooptando para mantenerse más tiempo en el poder o reproducirse. Pero sobre todo para no perder terreno político.
Para cumplir estos propósitos se recurre a viejas prácticas clientelares; lo que no es nuevo y que de hecho forma parte de la cultura política en el país. Consiste básicamente en un intercambio de favores de las élites gobernantes con personas claves, organizaciones sociales, dirigentes entre otros. Estas élites pueden disponer de todos los recursos del Estado, en el momento de la negociación, dependiendo el grado de vulnerabilidad institucional que exista.
En esa relación clientelar el que más provecho saque será siempre el que más medio posea, además de colocarlo en una posición estratégica y ventajosa. Muchos autores coinciden en señalar que el clientelismo político enmaraña y es en esencia una forma de corrupción.
Las élites gobernantes logran conservar su terreno político o ampliarse dependiendo de cuán efectivo sea el manejo clientelar y si hay algo que no perdió el partido de gobierno de turno es el apoyo casi unitario de las organizaciones sociales encabezadas por el presidente Evo como centro unificador de las mismas. Al final son dirigentes los que acarrean a grupos y masas. En síntesis estas viejas prácticas clientelares no son ajenas para la actual élite gobernante.
Sin embargo, se debe añadir otro aspecto en esa lógica para explicar la durabilidad del actual gobierno de turno, que es su alta carga ideológica y su fuerte influencia movilizadora para sus militantes y otros, que a pesar de lo acaecido con el 21F, la élite gobernante no perdió el apoyo de las organizaciones sociales que en cierto modo le otorga musculatura política para afrontar lo que viene. Las organizaciones sociales son determinantes por su constante lucha y pie de batalla. En otro escenario si las mismas se hubieran sumado a las movilizaciones de las plataformas ciudadanas, el gobierno no tendría otra alternativa que respetar los resultados del 21F.
Entonces son dos aspectos a resaltar: el clientelismo político como forma de comprar apoyo de determinados actores claves y el otro es la carga ideológica que refuerza la militancia.
El autor es Politólogo y Comunicador Social
Columnas de HUMBER VELASQUEZ TORRICO