Calor
La temperatura hoy, mientras escribo, es de 30 grados centígrados pero la sensación térmica es de infierno. Agobio por el calor. Caminar y trabajar bajo su asedio es una condición inevitable. La gente en la calle, en los micros, en el trabajo comenta que ojalá hoy día llueva. En este tiempo, la lluvia es una bendición, que llueva sí, pero no tanto como para desatar una hecatombe, Tiquipaya es un recuerdo que aún persiste.
Reportes especializados del clima dan datos que en los últimos años hemos batido récords en la subida de temperaturas desde 1880. Bolivia, en 2016, registró uno de los años más calurosos, según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi). El informe sacó a luz que se batieron 15 récords históricos de calor en casi toda la geografía nacional.
Sin duda, 2018 también ha tenido lo suyo, en estos, días vivir bajo estas condiciones climáticas es toda una hazaña y un martirio después del mediodía. Pese a que todavía no se ha llegado de forma regular a temperaturas que sobrepasen los 30 grados, la mentada sensación térmica dispara otro tipo de registro en los que estamos viviendo en una ciudad que definitivamente no se puede jactar más de su “excelente clima”, ese discurso ya es más un habla mitológica que la gente prefiere enunciar más, imagino, por nostalgia que por otra cosa.
Se dice que los abuelos tenían razón cuando afirmaban que lo vital no es lo que marca el termómetro, sino la forma en que sentimos el calor, entonces, es importante entender brevemente que la sensación térmica es nuestro verdadero medidor y que el gran sensor es la piel, una piel sometida a diversos y profundos ataques constantes en el ambiente agresivo y contaminado de la Llajta, es el termómetro más fiel.
Este medio periodístico nos brinda en el año 2017, una nota sobre diversos memes inspirados en las olas de calor donde, por ejemplo, Cochabamba se sitúa entre el sol y la tierra, nada como las imágenes y su poder figurativo, algo de humor hay que darle a este clima generalmente adverso, que nos hace pensar en la verdadera dimensión o en la dimensión más pragmática del calentamiento global. Para finalizar estas reflexiones mirando el cielo casi sin nubes, sin nubes de lluvia que es lo peor, y esperando que esta arrive, como dicen las previsiones del tiempo, leo en la versión digital del periódico El Mundo, que las proyecciones climáticas de los próximos años apuntan a que las temperaturas subirán un grado y medio o dos a nivel global, que si ahora controláramos todas las emisiones, el escenario menos agresivo (algo improbable porque supondría paralizarlo todo), tendríamos una subida de entre uno y tres grados. Bien, como esto no sucederá, deberemos preparar la piel, el ánimo y la vida misma para existir bajo el castigo del calor. Y no ese calorcito de antaño, cuando esta ciudad era realmente un lugar de temperatura ideal y no este clima actual que a veces nos recuerda que sí, no es una metáfora, podemos vivir en el infierno.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO