Bloqueo de “pititas”
Motivo de consternación fue que el Presidente de todos los bolivianos volviera a parcializarse poniéndose la camiseta sindical de cocalero. Se burló, autócrata demagogo que es, de la censura nacional al manoseo de la democracia con el fraude electoral. Su mote de “bloqueo de pititas” y jactancia de querer “enseñar” a realizar protestas, tal vez prueban que su acceso al poder surgió con la ingobernabilidad creada por sus huestes antes de 2006.
El régimen del otrora lata-puk’u rifó la mayor bonanza brindada por el precio mundial de las materias primas que Bolivia produce. Su humilde chompa a rayas cambió a exclusivas chaquetas con toque indígena, que imitaron sus adulones. Ya no viajó en clase turística, sino en avión de lujo. Compró helicópteros no para defender el país, sino para tenerlos listos para salir de un palacio ostentoso. Hasta satélite adquirió, tal vez para envidia de la NASA. Niega el mestizaje: ahora Bolivia es de etnias, algunas extintas, de hegemonía aimara. Todas las demagógicas obras con sobreprecio, por supuesto.
Sin embargo, el pueblo tiene memoria. La tortilla se volteó. La gente está cansada de amantes de un dictador en ciernes, de movimientos sociales a sueldo, de bartolinas que roban a su propia gente, de ponchos rojos que intiman y amenazan, de marchas obligadas con toma de lista a supernumerarios públicos, de reservas naturales usurpadas por capos sindicales, de tierras a la venta, de corrupción en obras sin diseño o mal ejecutadas.
Reseñando lo que un adulador decía en 2008, en dos años, el presidente indio (del que el venezolano Diosdado Cabello se burló como “gran Jefe indio”) ha recuperado el gas natural: hoy no lo hay ni para contratos con países vecinos. La minería sigue igual de penosa que en socavones coloniales de mitayos. ¿Las telecomunicaciones?, bien gracias, con monopolio impuesto y satélite adquirido con sobreprecio. Encalló el acero del Mutún en arrecifes de falta de energía y mercados. ¿Se ha industrializado el litio en el Salar?: ¡hummm! Hoy tal vez cancelarán por falta de plata “un vasto programa de ayuda social a la niñez y la vejez” reducidos a meros subsidios escolares e indignidad a los vejetes. Opinen enfermos que atestan pasillos sin camas ni equipos sobre “mejoras sustanciales en salud y educación”
El fraude manejado por el tribunal electoral de torvos =====llunk’us==== fue el detonante de un estallido social que no cesa. Primero se burlaron del referendo donde la mayoría dijo No al prorroguismo inconstitucional. Luego vetaron el balotaje entre los dos aspirantes más votados. Crece el clamor popular por otra votación. Surgen nuevas figuras políticas que aspiran a “ni Evo ni Mesa, sino democracia”. Después de mí, el diluvio, tal vez piensa el humilde que se volvió soberbio: amenaza con cercar ciudades sin importarle el saldo trágico.
¿Será que esta vez las “pititas” de las que se burla el prorroguista, asfixian más que los collares de hojas de coca de los que se vanagloria? ¿Estaremos en la antesala de una guerra civil?
Presa de la desazón de no tener 30 años menos, me vino a la mente un ====déjà vu=====, ese sentir que antes se ha vivido lo mismo. En Bolivia todo cambia para seguir igual, dice un cínico amigo. Un historiador de la nueva camada que me gusta, habla de “los clamores del romance nunca consumado del país con la guerra civil”. Se refería a otro intento de prorroguismo.
Releí artículos míos escritos desde 2001. Escribía que “el embrollo boliviano no es cosa de reivindicar a los indígenas (o de elecciones fraudulentas), sino cuestión de poder.” Ya el impostor García Linera lo anunciaba en 2007: si bien entonces tenían el gobierno, decía, faltaba copar el poder político. Quizá para prorrogarse indefinidamente y moldear Bolivia en falsa y fracasada utopía ladrona, digo yo.
Lo demuestra la acelerada urbanización de un altiplano que se vacía hacia El Alto. Lo evidencian migrantes oriundos de Cochabamba, La Paz, Oruro y Potosí con profusas colonias en Santa Cruz de la Sierra. En 2007, argüía que ese es “el partir de aguas de un referendo sobre dos visiones de país”. El Kollasuyo, espejismo de indigenismo involutivo, con centralismo occidental y el gobierno de la muchedumbre ignorante: la oclocracia. El Antisuyo de ese oriente boliviano donde se fragua un país de libre empresa, proactivo, autónomo, productivo y competitivo. Heredamos esos dos “suyos” del imperio Inca.
Los bolivianos ya votaron en ese referéndum. A pesar de que hoy blanden el racismo al revés “en el recetario demoníaco de moda, con que se hace al pobrecito el gobierno de Evo Morales, cuando le conviene”. Atiza el encono de montoneros llamados “movimientos sociales”, que son perros de presa obedientes al amo prorroguista. ¿Será cierto que los bolivianos caminaremos hasta el borde del abismo de la guerra civil, y luego daremos un paso atrás?
¿Se podrá sembrar nabos en las espaldas de los bolivianos?
El autor es antropólogo
win1943@gmail.com
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