Somos culpables
Muchos fueron los factores que contribuyeron a que Juan Evo Morales Ayma llegara a la presidencia de Bolivia, de la que solo salió por la fuerza.
Su carrera política fue forjada en los sindicatos cocaleros pero su popularidad es producto de los medios. La prensa fue la que denunció el hostigamiento que sufría por parte de la DEA y las fuerzas antidroga de la Policía y del ejército boliviano. Sus fotografías en la cárcel y cuando fue golpeado por los uniformados salieron en los periódicos y, ya en función de diputado, recibió una cobertura poco usual.
Se lo veía como un líder contestatario, capaz de enfrentar a los neoliberales que gobernaban el país y quizás se lo respaldó por eso. Después de todo, la prensa sindicalizada se había declarado contraria al modelo neoliberal en su declaración de principios.
Por esa imagen, se pasó por alto su conducta autoritaria.
El 12 de diciembre de 2001, luego de que la represión a las protestas cocaleras había provocado siete muertos, anunció venganza. “Desde el mes de agosto, nos han metido siete goles; ahora tenemos que ir por lo menos al empate”, anunció.
Y cumplió.
En 2002, la guerra contra el narcotráfico, que involucraba necesariamente a los cocaleros, siguió cobrando vidas, pero estos últimos también mataron. Potosí tuvo que lamentar dos bajas, la del teniente del ejército Marcelo Trujillo Arana, que fue asesinado junto al policía Antonio Gutiérrez Pallarico, y la del subteniente Saúl Coronado Gastelú. El Ministerio Público culpó de esas muertes a Evo Morales y Margarita Terán pero estos casos jamás llegaron a proceso. Se retiró las acusaciones a cambio de la paz en el Chapare.
Los periodistas pasamos por alto esos y otros grandes detalles y acompañamos en la cobertura a Evo Morales hasta que llegó a la presidencia y, desde allí, pagó todos esos favores desatando la mayor represión que sufrió la prensa en el periodo democrático.
Hoy, cuando fue echado del poder y está en Argentina tramando la mejor manera de volver, todavía existen periodistas, dentro y fuera de Bolivia, que reclaman por él y le hacen coro a la teoría del “golpe de Estado”.
Protestan contra el Gobierno de transición y amplifican el informe que la CIDH hizo siguiendo las líneas trazadas por una defensora del pueblo que le debe el cargo.
Cierran los ojos ante el mayor fraude electoral que se cometió en la historia de Bolivia y parecen hacer fuerza para que Evo regrese al poder.
Ojalá no se arrepientan, como muchos lamentan ahora por haber ayudado a que el cocalero se adueñe del país durante casi 14 años.
El autor es periodista, Premio Nacional en Historia del Periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA