La libertad de Hong Kong
Debemos considerar que este es un mundo lleno de contradicciones. El ejemplo nos lo da Hong-Kong, donde los manifestantes ponen banderas de Estados Unidos y de Gran Bretaña, además que consideran a Trump como su libertador potencial.
Se comprende lo de la banderas británicas en Hong-Kong. Ese país es una ciudad-Estado, de población china que, habiendo sido colonia británica durante 100 años, ha absorbido fuertes elementos culturales europeos en versión británica. De modo que los hongkoneses hacen una etnia china peculiar, con su propia nacionalidad. Y haber sido colonia de sus majestades británicas les trae gratos recuerdos.
El punto no es el de las añoranzas británicas, sino lo de la bandera estadounidense y Trump. El oberpreasident en curso es un engendro de la decadencia de Estados Unidos, pero eso no les importa a los hongkoneses; ellos ven a Trump como el líder de un país que consideran potencialmente libertario.
Más de un lector podrá recordar que he escrito múltiples artículos no precisamente favorables para Estados Unidos. Incluso he recomendado no restablecer relaciones diplomáticas con Estados Unidos a nivel de embajadores, para no estropear las buenas relaciones que se tiene actualmente, considerando que el Departamento de Estado, que es su ministerio de Relaciones Exteriores, es todo un antro tenebroso. Y no estoy bromeando, sino recomendando cosas prudentes. El punto dialéctico es que hay una dicotomía entre el peso negativo de Estados Unidos en general, con el positivo que tiene ese imperio respaldando navalmente al semicírculo de países que enfrentan a China; semicírculo conformado por Japón, Taiwán, Filipinas, Vietnam, Laos, Birmania, India, Australia y Nueva Zelanda.
El ejemplo de la odiosidad del imperialismo chino es su tratamiento de los uigures. Ellos viven en su propio país, que los chinos denominan Sinkiang. Allí son duramente oprimidos por los colonialistas del régimen chino. Ya en el siglo XVIII, contradiciendo lo que muchos ministros consideraban que era la política china, el emperador Chien-Lung hizo exterminar parcialmente a los uigures. Ahora no se los mata, se los destruye culturalmente, para que resulten seres humanos degradados.
Los hongkoneses quieren ser gente libre, con sus propios valores culturales y no los que les impongan colonialmente. A ver camaradas izquierdistas, ¿por qué no se pronuncian contra el colonialismo? Hablo del colonialismo destructivo, como el de la República Popular China, no del británico en Hong Kong. Admitan, idealistas de izquierda, que Marx ha muerto hace bastante más de un siglo y que el intelecto, la honestidad en los juicios y el valor social los ha abandonado.
Los rebeldes en Hong Kong admiten como premisa que su movimiento no es de izquierda ni de derecha; y tienen razón. Amar a su país no es algo de izquierda ni de derecha. De hecho, son demasiados los elementos políticos que no pueden dicotomizarse de este modo. Simplemente aman a su patria, encarnada ahora en un pueblo con sus propias características culturales. Esto lo entendería bien tanto Lenin como Stalin, y también lo debemos entender nosotros, al margen de las preferencias políticas.
El autor es escritor
Columnas de BERNARDO ELLEFSEN