Los municipios y las ciudades intermedias para enfrentar el coronavirus
Para enfrentar la pandemia, en la que nos encontramos envueltos, necesitamos medir nuestras fuerzas. No insistiré en la urgencia de reconocer y aceptar la gravedad de la misma y las acciones que debiéramos realizar, en lo individual, con medidas de cuidado, precaución y prevención y, en lo colectivo, el reforzamiento de las acciones de protección, cuarentena y solidaridad social.
Tampoco voy a calificar la justicia de algunas demandas sociales que desconciertan por su agresividad, pero sí es posible afirmar enfáticamente que su aplicación en estos momentos es similar a una ruleta rusa colectiva. Movilizaciones, bloqueos y violencia desproporcionada con grupos humanos concentrados parecieran no condolerse con la vulnerabilidad de la situación por la que pasamos todos los días.
La liberación de la actividad productiva pasa por una conducta inversamente proporcional a lo que estamos haciendo y a los pedidos de suspensión de la cuarentena, no dependerá del volumen del grito con el que se produce la demanda. Frente a ellas, el virus es sordo, ciego y mudo y continúa su trabajo con personas que suponen gozar de una invulnerabilidad que el mundo necesita. Ni esto es producto de la perversidad gubernamental, como se dijo en sus inicios y todavía se sigue repitiendo, ni el consumo de algún alimento nacional ha demostrado su eficacia para combatir el Covid-19.
¿Cómo recuperamos la posibilidad de vivir en esta nueva normalidad? El Mapa municipal de riesgo publicado por el Ministerio de Salud, en su segunda versión, es un buen instrumento para ubicar la situación de los 339 gobiernos locales. ¿Para qué sirve exactamente este indicador? La sociedad boliviana va comprendiendo la situación de riesgo en la que se encuentra, los cuidados especiales que debe tener y lo más importante, reconoce aquello que puede empezar a recuperar en movilidad, producción y trabajo. El mantenimiento de la categoría de riesgo bajo y moderado se convierte en un instrumento en manos de la sociedad y sus autoridades y no del volumen del grito.
Hasta ahora se ha logrado mantener un equilibrio precario entre la capacidad de respuesta médica, las urgencias alimentarias y de trabajo de la población, y el funcionamiento de una gobernabilidad que sólo podrá funcionar como producto del consenso. La sostenibilidad de esta situación, que requiere inteligencia colectiva, pasa por cuatro condiciones que –no nos cansaremos de repetir– están en poder de nosotros mismos: a) la capacidad de organización, movilización y resiliencia social del pueblo boliviano; b) el contar con el municipio como base del sistema de ordenamiento territorial; c) la consolidación como política pública de las ciudades intermedias; y d) la utilización de las mancomunidades municipales como instrumentos de planificación agregada.
Si tomásemos en cuenta de manera masiva estas condiciones, nuestra capacidad de organización y respuesta contaría con los instrumentos para canalizar recursos y energías en el sentido correcto. Combinando las variables de nuestro extenso territorio, la escasa población en áreas rurales, la capacidad productiva, y ahora la pandemia de Covid-19, podríamos identificar los lugares desde los cuales, y con calidad de ciudades intermedias, se podrían constituir centros de articulación con roles que aliviarían la presión sobre las capitales que no encuentran el camino de salida colectiva. Las ciudades capitales y El Alto son los espacios golpeados con mayor crudeza por la enfermedad, y quienes vivimos en ellas todavía no actuamos en consecuencia, masivamente.
La primera selección de 59 ciudades/municipios, que por su población y ubicación estratégica podrían tener esta calidad podría apoyar las acciones de emergencia en salud y trabajo para acercar lo más posible los servicios a la gente, descongestionando la presión sobre las grandes ciudades y sirviéndoles de apoyo activo: articular el territorio productivo en sus diferentes modalidades, fortalecer la organización del territorio para que cumpla con el modelo de desarrollo del país, y fortalecer las capacidades productivas de los actores a partir de su capacidad organizativa y de representación. Esas serían las consecuencias naturales.
Las ciudades intermedias hacen referencia en fortalecimiento de redes y nodos entre manchas urbanas con espacios rurales vinculados a sistemas ambientales. Ellas facilitan la apropiación, por las personas, de un espacio geográfico donde se encuentran en interacción con el ambiente que les rodea, integrando la sustentabilidad ecosistémica y el desarrollo urbano. Esta es la oportunidad para construir ciudades socialmente justas, ambientalmente equilibradas y económicamente eficientes, reto para los actuales modelos de planificación urbana.
El autor es director de Innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA