Consideraciones didácticas para lo que viene
En estos meses, de marzo a junio, ante la inesperada situación que imposibilita continuar con el calendario académico regular, las acciones que se asumieron en las distintas unidades educativas y en los diferentes niveles, primario, secundario y educación superior, fueron aplicadas por decisión de las autoridades respectivas en función, especialmente, de la necesidad de generar una continuidad de lo desarrollado en el mes y medio de la gestión; con la casi certeza de retomar las actividades regulares después de un período de tiempo más bien corto.
Tal vez se pueda hacer referencia a dos tipos de determinaciones orientadas a lo indicado en el párrafo anterior. La primera, que ha orientado a la atención de los estudiantes en los horarios definidos para cada materia. La segunda, que ha orientado a que se desarrollen las clases en los mismos horarios de tal manera que se cubriera, vía plataforma digital, lo que se tenía previsto en la modalidad presencial.
Está claro que la intención ha sido, y será, que la variación de la modalidad afecte lo menos posible a la estructura de funcionamiento de las unidades educativas. Esta intencionalidad, con los pros y los contras que se puedan identificar, se orienta a cuidar el ordenamiento de lo que está implicado en el desarrollo de las actividades académicas; desde la justificación de los pagos regulares por los servicios académicos, hasta la remuneración a los profesores, y otros.
Pero bueno, sucede que el traslado de las actividades presenciales a un entorno virtual no es viable desde la perspectiva de la racionalidad pedagógica. Es decir, no se puede trasladar al entorno virtual lo que se desarrollaba presencialmente y generar resultados iguales o similares en los estudiantes. Tampoco hace falta hacer un pormenorizado detalle de las diferencias de uno y otro modo de hacerse presente en el espacio pedagógico, aula virtual, etc.
Lo que tal vez sea más interesante es prestar atención a lo que tendrá que transformarse en el ejercicio docente y lo que se tendrá que transformar en el ejercicio del estudiante. No apuntamos ahora a las condiciones de los equipos de comunicación a ser utilizados, o al ancho de banda, o a otras condiciones de conectividad que pueden influir en la interacción que se pretenda establecer para la viabilidad del espacio educativo en el que se encuentren docente y estudiante.
En relación a la transformación del ejercicio de la docencia, parece conveniente pensar, inicialmente, en tres asuntos: El primero está relacionado con la generación de identificación de distinto tipo de actividades relacionadas con la generación de los aprendizajes previstos en cada asignatura. Por ejemplo: textos, videos, tutoriales, etc., que estén en la posibilidad de ser utilizados sin cometer infracción en el uso; es decir, que sean de uso libre. En segundo lugar, el aprendizaje de programas que permitan la generación de diapositivas, videos explicativos, tutoriales, cuestionarios en línea, participación en foros, etc. En tercer lugar, identificar actividades de evaluación que permitan realizar un seguimiento pertinente, a distancia, del avance del proceso de aprendizaje de los estudiantes.
En relación a la transformación del ejercicio del estudiante, tal vez sea necesario un proceso de reapropiación del uso de la tecnología que, mayoritariamente se convirtió en una herramienta de comunicación rápida, no técnica, de diversión o entretenimiento más que de autoformación y trabajo. Dado que la apropiación cultural de la tecnología ya se orientó hacia lo no formal, ahora, formalizarla demandará, nomás, un poco de esfuerzo, pero no queda otra.
En relación a la institución, convendrá que se replanteen las exigencias referentes a la generación de los ambientes virtuales en los que se desarrollarán los procesos de enseñanza-aprendizaje. Se tendrá que replantear lo referido al rol docente y a lo que será la estructura de remuneración. Tal vez, para lo que viene, estableciendo algunas equivalencias. Por lo experimentado, nos damos cuenta de que el trabajo de preparación de actividades virtuales puede ser más exigente que en la modalidad presencial. Claro, aunque tal vez esto esté mediado por la novedad y la no previsión de la responsabilidad en el entorno virtual. Pero bueno, es algo que podrá ser evaluado y repensado mientras vaya avanzando la segunda mitad del año lectivo.
El autor es docente e investigador
Columnas de LUIS ALBERTO VACA CUELLAR