Las mil y una hierbas
Son pocas las personas sensatas que durante la pandemia han sabido mantenerse al margen de las influencias de sabios ancestrales, médicos oportunistas, hipocondriacos y un sinfín de mercaderes, que no han perdido la oportunidad para vender el remedio mágico contra el coronavirus.
Es que la histeria colectiva ha inflado la predisposición de los mortales que viven en Cochabamba para remediarse, en la mayoría de los casos, con placebos. Hasta las autoridades departamentales han sancionado una ley que regula artificialmente el “uso de medicina natural y alternativa para el tratamiento de personas con coronavirus”. Los asambleístas azules, muy indigenistas ellos, han sugerido el uso de la medicina natural y ancestral; así como el uso de varias yerbas medicinales para el tratamiento de infecciones o enfermedades respiratorias.
Independientemente del grado de devoción que por determinadas hierbas profesen nuestras autoridades departamentales y sus médicos ancestrales, lo cierto es que también la histeria ha colapsado las farmacias que venden medicinas producidas industrialmente por laboratorios reconocidos. Se ha creado, en la mente del ciudadano común, una relación poderosa entre lo natural y lo artificial. He leído en las redes sociales un mensaje conmovedor de un amigo que sugería a otro, en caso de que “el dióxido de cloro produzca úlceras lo mejor es tomarse un mate de coca”. Definitivamente, esta nueva enfermedad nos ha colocado en un estado de confusión e incertidumbre que ni las autoridades de salud han podido contener, más aún si la vacuna no existe y menos la hierba milagrosa.
Después de todo esto, lo que ha quedado claro es que, en medio de la pandemia, cada quien se sana como puede. Por eso cada quien tiene su remedio salvador y no existe otro remedio que le supere. Será el propóleo o el orégano, la ivermectina o el dióxido de cloro, el matico o el paracetamol, pero lo cierto es que son pocos los ciudadanos que ven en el uso del barbijo, el lavado de manos, el distanciamiento físico y el quedarse en casa los grandes y urgentes remedios por el bien común y contra la pandemia. Lo contrario se ha visto por las calles y en los mercados, porque los cochabambinos ahora se destacan por soportar un excesivo número de muertes que son la muestra de su egoísmo. Si de consuelo sirve, las gentes que ejercen la modestia y la integridad ahora están sanas y salvas, mientras un inescrupuloso se les acerque.
Sólo la gente débil de mente y con reacciones intuitivas puede tragarse esa mentira de que las mamás de todos los incas y de Atahuallpa les curaban los resfríos con eucalipto, siglos antes de que los botánicos de James Cook descubrieran esa planta en Australia. Soy irónico al relatar esta anécdota porque la he escuchado en el mercado popular cerca de mi casa, y también trato de ser objetivo porque conozco las bondades del eucalipto; y sé también que no es bueno para todas las enfermedades ni para todos los pacientes.
Lo que me preocupa es que desde el gobierno departamental se haya lanzado esa ley que estimula el uso de plantas medicinales como una alternativa frente al coronavirus y, muy alegremente, se destinarán recursos públicos para comprar medicamentos postizos como la ivermectina o el dióxido de cloro, a sabiendas que la polémica sobre su uso medicinal está tan extendida, que ante la duda es mejor abstenerse.
Sé que muchas personas se han curado sólo con el convencimiento imaginativo de que una yerba era milagrosa, sé también que muchas personas han muerto porque no se informaron previamente de las bondades o contraindicaciones de ese medicamento milagroso. En este momento tan confuso, con la fuerte carga emocional que la enfermedad nos impone; con una marea de enfermos, hierbas, remedios y muertes de las que estamos siendo testigos, lo correcto creo que es guardar la calma y buscar orientación y consejo de personas entendidas, sabias y objetivas, ante todo.
Si desde la sala situacional de la alcaldía de Cochabamba un médico experimentado informa a la población que no se debe tomar el dióxido de cloro, pues no se toma; por esta razón valoro las consecuencias benéficas que puede aportar la supervisión médica. Incluso para medicarse con hierbas hay que consultar con un médico colegiado.
El autor es abogado
Columnas de MARCELO GONZALES YAKSIC