Mis 12 años de los 100 del colegio La Salle
Gracias al esfuerzo de mis padres, don Julio y doña Katy, recibí el contacto perpetuo con las letras y los números escritos en el colegio de San Juan Bautista de la Salle en Cochabamba. Fue en febrero del año 1971, en esa aula gigantesca muy iluminada por el sol en cualquier estación del año, y que sus ventanas formaban la esquina de las calles Junín y Méjico.
Ahí con mis compañeros de curso, sin saberlo, terminaríamos siendo hermanos de una banda eterna de cómplices, que aún hoy vamos regando alegres antojos cochabambinos por este mundo y sin vergüenza.
Estudiar en el Colegio La Salle de Cochabamba representa un privilegio académico y cultural que pocos pueden reivindicar, especialmente al saber que entre sus antiguos alumnos se encuentra Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, quien aprendió a leer y escribir, ojalá, en esa mismísima aula.
Esta coincidencia histórica no solo enorgullece, sino que otorga una ventaja comparativa única en el país. El solo hecho de haber compartido idealmente el mismo espacio educativo con una de las mentes más brillantes de la literatura universal refuerza el prestigio de la institución y eleva la experiencia formativa de quienes, como yo, tuvimos la oportunidad de crecer en sus pasillos y “canchitas”.
En un entorno como Bolivia, donde las referencias culturales de alcance internacional son escasas, este dato convierte al colegio en un símbolo vivo de excelencia intelectual, por lo menos entre aquellos que lo demuestran de manera generosa y anónima donde timonean sus vidas.
A punto de lograr el bachillerato en 1982, el hermano Julio Cortabitarte López, influyente director del colegio, nos puso la tarea de escribir una entrevista con el profesional destacado del área hacia la que orientábamos nuestras vocaciones.
Yo soñaba ser columnista y me tocó entrevistar al abogado José Nogales Nogales, Premio Nacional de Periodismo y jefe de redacción del periódico Los Tiempos. Fue mi primer contacto serio con la gente de letras en el mundo real. Más tarde en septiembre de 1986 este periódico organizó el único taller práctico de periodismo diseñado para los ciudadanos de a pie, que se desarrolló en las aulas del colegio La Salle, y fue más por afición a la letra escrita que terminé volviendo a mi colegio.
En esas charlas académicas surgió el ejemplo de la misión periodística de Gabriel García Márquez que se consagró con un icono de la literatura mundial y que también logró el premio Nobel. Los profesores nos sugirieron leer su reciente novela El Amor en los Tiempos del Cólera. No renuncié a la propuesta y leyendo me encontré este pasaje ficticio propio de Colombia y dentro de la interminable guerra entre liberales y conservadores:
“Niños todavía no acabados de criar llegaban a las clases apestando a pólvora de barricada, con insignias y uniformes de oficiales rebeldes ganados a plomo en combates inciertos, y con sus armas de reglamento bien visibles en el cinto.
Se enfrentaban a tiros por cualquier pleito de recreo, amenazaban a los maestros si los calificaban mal en los exámenes, y uno de ellos, estudiante de tercer grado en el colegio La Salle y coronel de milicias en retiro, mató de un balazo al hermano Juan Eremita, prefecto de la comunidad, porque dijo en la clase de catecismo que Dios era miembro de número del partido conservador.” (sic)
Así Gabriel García Márquez introdujo al Colegio La Salle como escenario de un mundo trastocado por la violencia política en Colombia. En cambio, en Cochabamba, mi memoria histórica de estudiante me llevó navegando por varias dictaduras militares, comenzando en 1971 con la del comunista Juan José Torres, pasando por la del anticomunista Hugo Banzer y terminando con la recuperación de la democracia en 1982 en medio de la Guerra Fría.
Este breve retrato de mi paso por el Colegio La Salle ha descargado una serie de símbolos expresivos donde la educación, la violencia, la religión y el poder se entrelazan de forma conmovedora.
Así, La Salle se convirtió no solo en un colegio, sino en el estímulo cargado de imaginación libre, crítica social, memoria selectiva y sátira, a las que no voy a renunciar jamás. Solo por eso: Hurra y Salud al Colegio La Salle de Cochabamba. Feliz centenario. s
El autor es abogado
Columnas de MARCELO GONZALES YAKSIC