La “otra Venezuela” 12 años después (II)
En una anterior entrega pude hacer un repaso de lo percibido en mi reciente viaje a Caracas, en noviembre de 2024, después de 12 años. Evidencié que, en materia económica, había un fuerte grado de apertura hacia el capital privado y la libertad económica, muy a pesar del discurso mediático de socialismo del siglo XXI que practica el dictador Maduro.
Siendo totalmente objetivo, pude evidenciar que los controles de precios en productos y servicios ya no existen y que se está devolviendo de a poco la libertad económica a los ciudadanos. El tipo de cambio es flexible. “Señor, ¿paga en dólares o en bolívares soberanos o en alguna otra moneda?”, preguntan las cajeras. Apertura y negociación es algo que se respira y existe un optimismo cauteloso en el aire caraqueño.
Además, el régimen de Maduro centra todos sus esfuerzos en devolver a Caracas y sus alrededores bastante libertad económica y se esfuerza en la dotación de productos y servicios aún subvencionados. Es que quiere congraciarse con la capital y, principalmente, con la barriada de Petare.
Petare es el barrio más grande del mundo y circunda Caracas, con algo más de 2,5 millones de habitantes en sus laderas,y el régimen dictatorial de Maduro le tiene mucho, pero mucho miedo. Le recuerda que de ahí puede surgir un caracazo, que fue una revuelta social a finales de los 80 por el aumento de precio de la gasolina y por eso las necesidades básicas deben estar cubiertas y los desabastecimientos no son notorios. La libertad económica ayuda en este cometido. Petare es una especie de ciudad de El Alto de La Paz, en Bolivia.
Sin embargo, en la otra Venezuela, el panorama económico sigue siendo desastroso y desolador. El desabastecimiento de combustibles, de energía eléctrica, agua y servicios básicos, alimentos, medicamentos y otros productos es frecuente. Diría yo que los recursos de la mermada producción petrolera venezolana se concentran en atender y mantener algo contenta a los habitantes de Caracas, Petare y sus alrededores.
Es que el régimen del dictador Chávez se ocupó de destrozar el sector energético venezolano. No sólo su producción petrolera ha caído de algo de más de 3 millones de barriles por día (Mbbld) antes de Chávez a algo menos 1 Mbbld en 2024. Los datos oficiales y exactos son inexistentes, y por eso las aproximaciones.
El régimen chavista no solo destruyó la producción petrolera y gasífera del país, sino que además cesó de operar y producir centros de refinación y petroquímicos y centrales térmicas. Al presente, sus refinerías están operando al 30% de capacidad. Las centrales térmicas no tienen el gas suficiente y/o no reciben el mantenimiento adecuado.
En estos últimos dos a tres años se dieron cuenta de que el nacionalismo y estatismo del siglo XXI no funcionan y andan buscando capital privado para tratar de reconstruir de a poco las fechorías realizadas en el pasado. Se puede decir que a Maduro le toca revertir ese empobrecedor panorama si quiere seguir subsistiendo.
Es por esto que, la “otra Venezuela” padece aún de fuertes desabastecimiento de gasolina, diésel, GLP y electricidad. Ahí, una parte de la población debe cocinar con leña porque el GLP y el gas natural escasean. Hay poblaciones donde los ciudadanos pueden usar hasta un mueble para salir a la calle y cocinar en ollas comunes.
No sólo hay problemas con el abastecimiento de energía sino de otros servicios básicos, como agua, sanidad, telefonía e internet, que están deteriorados. Mas allá del deterioro, el régimen de Maduro controla los medios de comunicación y las redes sociales para que esta triste realidad no se conozca y por eso poco se sabe de la “otra Venezuela”.
Cientos de venezolanos continúan abandonando el país cada día. Muchos lo hacen a través del complejo y peligroso Darién, entre Colombia y Panamá, para aventurarse a Centroamérica, luego a México y, finalmente, al imperio. Es contradictorio, pero los del régimen dictatorial de Venezuela lo que más añoran es llevar sus millones robados al imperio que detestan. También ansían que sus ciudadanos se vayan allá, para ellos seguir cosechando las remesas que envían los que se fueron.
La diáspora venezolana de cerca de 8 millones de personas en la era del chavismo y ahora de Maduro, es lo más perverso que hemos vivido en Latinoamérica. ¿Será que los próximos seremos los bolivianos? Si no hacemos un cambio en el modelo económico y político, estamos en riesgo de tomar el mismo derrotero.
Columnas de ALVARO RÍOS ROCA