Centenarios relatan cómo vieron Bolivia
“¿Pensaste por un momento verme de soldado? Pues me tienes en esta copia, lo que no pensaste verme jamás de uniforme. Tu negro que te besa… Cesar”, es la frase que se preservó por más de 70 años. Fue escrita con una caligrafía perfecta salida de una pluma fuente negra para quedar impresa detrás de una fotografía en la que se ven dos sonrientes Colorados de Bolivia en la Guerra del Chaco.
“Me quedé con dos hijos en esa época, Wilde e Hilda”, dice Elcira Arteaga García, mientras siente con las yemas de sus dedos la textura de la antigua fotografía en blanco y negro, que ya no puede ver pero recuerda con tanto detalle como si la estuviera mirando. “Ya nos habíamos casado cuando él se fue a la Guerra del Chaco. Temía que pudiera tocarlo una bala o algo así”, dijo recordando el alivio que la invadió cuando su esposo retornó a Cochabamba con licencia. “A los pocos días terminó la guerra. Él estuvo casi un año allá”.
El negro que te besa… fue Cesar Arzabe Reque, un soldado que le robó al ex presidente Germán Busch el corazón de Elcira, su esposa, a pesar de que el ex mandatario fue “el hombre fuerte de los oficiales jóvenes del Chaco” que llegó a la Presidencia de Bolivia “derrocando a Tejada sin derramar una gota de sangre y sin violencia (…) desahuciando al republicanismo con el destierro de Bautista Saavedra a Chile y clausurando El Diario, portavoz del liberalismo, en sólo seis días”, según el libro Historia de Bolivia escrito por José de Mesa, Teresa Gisbert y Carlos D. Mesa Gisbert.
Esta pareja conoció al ex Jefe de Estado en Arque, cuando tenían menos de 20 años. Cesar también trabajaba en el colegio de este pueblo, igual que ella. “A Germán Busch lo he conocido en Arque porque él iba a pasar sus vacaciones allá cuando estaba en el Colegio Militar. El iba a la casa de don Hilarión Antezana, ahí pasaba la vacación. El sólo era alumno del Colegio Militar y teníamos una charla cualquiera, él no ha sido mi enamorado”, dice y suelta un risueña sonrisa tras la pregunta, ¿él quería ser su novio? “Bueno él quería enamorar, pero…”, vuelve a reír y agrega que “no… una no debe creerse tampoco que pueda llegar a ese nivel del Presidente. Yo no quería pues, no simpatizaba, no tenía otro novio, pero él no me gustaba”, dice y asegura que ya no se acuerda como el ex Presidente le declaró su amor.
Sin duda ella fue muy hermosa, pues aunque ya transcurrieron más de 80 años desde la época en la que le rompió el corazón al ex mandatario, al mirarla vestida con un traje de dos piezas rojo con blanco, uno se pone a pensar que la belleza nunca se marchita y que probablemente así serán dentro de muchos años las reinas bolivianas que cada año viajan al Miss Universo.
Ella es muy alta, delgada y tiene el pelo completamente blanco, casi tanto como su piel. Sus ojos azules iluminan su cara, aunque ya no pueden mirar la luz del sol; sus labios rojos, perfectamente pintados con lápiz labial se iluminan cada vez que sonríe con sus blancos y perfectos dientes que más bien son pequeños. Su collar de perlas combina perfectamente con la elegancia de su traje y con el color de sus uñas nacaradas, que son una muestra de un manicure perfecto. Todos estos detalles demuestran que aunque ha pasado mucho tiempo, su arreglo personal continúa siendo una parte importante.
Las vueltas del destino fueron las que definieron su vida. Aproximadamente a los 18 años terminó su formación como maestra de primaria y se fue a Arque para cumplir con el año obligatorio de provincia que todos los profesores del país deben ofrecer a los niños del área rural del país. “Me encantaba ver a los niños, recibirlos, enseñarles a leer y escribir, a los tres meses yo los sacaba leyendo y escribiendo”.
Ella fue maestra, después de terminar el colegio que en esa época en toda Bolivia sólo estaba compuesto por los seis cursos de la primaria. “Antes no había secundaria, sólo la primaria y al concluirla se buscaba alguna profesión, entonces yo me fui a la normal y allá estudie”.
Recuerda que estudió en varias escuelas, “el kínder lo hice en el Instituto Americano, el primer curso lo hice en la escuela fiscal dirigida por la señorita Adela Zamudio, después me fui a la escuela Achá. Antes todas las escuelas eran municipales. En mi tiempo no había sino dos escuelas de mujeres y dos de varones, que una era dirigida por Alberto Navarro y la otra por Ricardo Prudencio”.
Asegura que conocer de niña a Adela Zamudio tuvo una profunda influencia en su vida. “La conocí porque he estado en ese colegio. Ella tenía un carácter bastante ríspido, pero respetable, honorable, muy buena. Ella era la directora del colegio. No era tan linda ni tan simpática, era bastante delgada y de edad cuando fue la directora. Venía al colegio con una falda larga, con su chaquetita. Elegante era”.
Explica que lo mejor que aprendió de la principal poetiza boliviana fue a estudiar. “Adela Zamudio siempre exigía el estudio, nos decía: Vayan a su casa y hagan sus deberes primero para después poder jugar o entretenerse. A mí me decían la challpiri, porque me gustaba el estudio y me dedicaba a estudiar”, dice y en la mesa que está frente a ella, en la que revisa los rastros de sus recuerdos, están dos diplomas conferidos por el Honorable Concejo Municipal como reconocimiento por ser la mejor estudiante de sexto y séptimo de primaria de toda la ciudad.
“Ella nos recomendaba la formalidad, era muy severa. De carácter fuerte, a las profesoras con su mirada no más las dominaba y a las alumnas peor. A mí una vez me castigó. Nuestra escuela era en la calle Jordán y Ayacucho y subían gradas que se dividían y jugábamos en el recreo subiendo y bajando unas cuantas gradas, jugábamos a vencernos y haciendo bulla… cuando salió ella y como era de carácter fuerte… a la dirección, me dijo, después castigo… boca a la pared”, relató.
Los recuerdos de Elcira vuelven a su mente, junto a las fotografías de su pasado. Hay muchas sobre la mesa que tiene al frente, pero ella sólo mantiene entre sus manos la del soldado de la guerra del Chaco que le mandaba besos. Tuvieron 11 hijos, de los cuales sólo seis permanecen vivos, uno murió hace pocos años. “Tengo la familia compuesta por siete hijos, 18 nietos, 39 bisnietos y 10 tataranietos que para el año serán 11, porque uno está por venir”, explica.
Recuerda a sus padres y su niñez con mucho cariño y asegura que fue esa la tapa más hermosa de su vida. “Mi papá se llamaba Timoteo y mi mamá Rosa. Mis hermanos eran Raúl, Hugo, David, Erlan… 11 éramos, cinco mujeres y seis hombres. Yo he sido la primogénita, era la mayor”, agrega y dice que sus recuerdos más lindos fueron los que pasó con sus padres y sus hermanos. Ella nació el 22 de septiembre de 1907.
“Desde pequeña comíamos mote y tostado, era el alimento principal”, dice antes de asegurar que nunca enfermó de nada grave y que siempre fue muy saludable. “Ahora una solo piensa en la muerte… que es el fin de la vida que no se volverá a repetir y que no volverá… siento miedo”, asegura y explica que “Cesar murió mal del corazón”, mientras toma entre sus manos la foto del soldado del Chaco y la atesora cerca de su corazón.























