Al pie del cañón en Navidad
Ayer fue Navidad, para muchos, la fiesta más celebrada, sentida y extendida de Bolivia. Y no sólo de Bolivia, sino también, de América Latina, y en fin, de casi todo el mundo occidental, o por decirlo de otro modo, de aquella porción de la superficie terrestre que Umberto Eco evocó como la “cristiandad” en su monumental novela histórica titulada en “El Nombre de la Rosa”.
Y resulta casi una perogrullada decirlo: eso obedece al carácter religioso de la Navidad: el 25 de diciembre, los cristianos concurren a misa, comulgan y realizan ágapes, buscando más o menos conscientemente, y por supuesto en los marcos ético-morales de su religión, estrechar y reafirmar sus lazos de mutua unión, de comunidad o de gran familia, al abrigo del nacimiento Cristo.
Ciertamente, y esto también podría ser otra perogrullada, en el transcurso de las dos últimas centurias y fracción, el sentido sagrado y los protocolos litúrgicos de la fiesta, se han estado debilitado como consecuencia de la instalación gradual de las relaciones sociales de mercado propias del sistema capitalista, como también de la instalación gradual de las instituciones del Estado de Derecho ¿Acaso, Papa Noel o sus diversos homónimos, no son actualmente mayormente una expresión simbólica del culto al consumo?
Tampoco podemos dejar de mencionar la creciente permeabilidad de las liturgias navideñas a la incrustación de elementos religiosos ajenos a los evangelios oficiales, o en otras palabras, a su cariz sincrético, que actualmente está más que galvanizado. Y como es de conocimiento general, el sincretismo surgió de la resistencia pasiva de nuestros pueblos originarios frente a la conquista europea, acompañada en todo momento de la imposición de la religión cristiana y sus instituciones morales.
Y en ese sentido, la historia republicana del siglo XIX, y buena parte del XX, no es muy distinta y bien podría contarse a través de la paulatina fundación de fortines y misiones religiosas en los territorios indígenas, especialmente en los entonces denominados “Territorios de Colonias” del oriente. Pero bien, ¿será cierto que la Navidad es la fiesta de masas de mayor convocatoria en el país? Yo creo que sí, por supuesto, no sin matices y singularidades propias de la ubicación del sujeto en nuestras estructuras sociales.
Siendo la Navidad una fiesta cristiana, y a la par y no casualmente, la más celebrada, sin duda el análisis de sus diversas expresiones alberga especial interés apuntando a comprender la dimensión política de nuestras realidades, sobre todo en un contexto como el de la Bolivia post Evo Morales.
Abundantes hechos inherentes a la reciente crisis de Estado, cuyo corolario fue la caída de Evo Morales, sugieren que las principales diferencias, o aquellas propias de sus facetas morales, no parecen haber respondido a intereses económicos opuestos entre los unos y los otros –de hecho, en ese sentido, sus visiones sobre el extractivismo por ejemplo, la posición de ambos bandos deviene casi como un calco uno del otro–, ni a posiciones antagónicas en torno a la institucionalidad democrática, sino a elementos de orden religioso: la santa Biblia católica por un lado, y tanto el “pachamamismo” como el sincretismo andino, por el otro.
El autor es economista.
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