Los saberes necesarios para enfrentar la crisis
No cabe duda de que, desde el inicio de la pandemia de coronavirus, en el mundo estamos enfrentados a una realidad que ha trastocado nuestra cotidianidad, nos ha llevado a ser parte de nuevas situaciones y a abordar nuevas necesidades como la de tomar medidas drásticas para evitar que la enfermedad avance a pasos agigantados como lo hizo en otros países.
Evidenciar que en nuestro país los servicios de salud no responden a las demandas requeridas, que hay desconocimiento y práctica de hábitos saludables básicos, que la seguridad laboral es precaria, que la pobreza en las familias bolivianas tiene su propia incidencia, que la valoración a las personas que tenemos cerca como la familia, amigos, colegas, vecinos, etc. no siempre son como creemos que son nos hacen dar cuenta que la vida es tan valiosa y a la vez tan efímera e incierta que nos invita a reflexionar sobre la jerarquía de nuestros valores, a mirar con optimismo esta realidad emergente y considerarla como una oportunidad para replantear nuestras prioridades, tanto a nivel social como personal.
A ello sumamos que en el tema educativo aún no habíamos comprendido lo que suponía la sociedad del conocimiento, lo que hoy implica su manejo, factor clave en la configuración actual de la realidad, que requieren de la adaptación, la creatividad, la invención, la capacidad para iniciar el cambio y enfrentarse a él en plena crisis.
Por ejemplo, el sistema educativo, responsable de la formación de los maestros, tendría que considerar cómo facilitar la convivencia con ese gran volumen de información que está al alcance de todos, la presencia de los medios de comunicación, la ruptura de las barreras de espacio y la difuminación de las barreras geográficas como características de esta etapa en la que la modalidad de formación virtual en todos los niveles se ha visto necesaria.
No es suficiente que los educadores manejen demasiadas herramientas tecnológicas, lo que hay que priorizar es cuál es su propósito. No se trata de seguir llenando a los estudiantes de información. Se trata de desarrollar sus capacidades. Tampoco se trata de agobiar a los estudiantes con grandes investigaciones en las redes, sino de evidenciar el proceso y el producto de su aprendizaje y que éstos sean resultado de una interacción permanente con la ciencia, pero también –y sobre todo– con los compañeros de aula, con el mismo docente e inclusive con otros actores educativos, de tal manera que la crisis sanitaria sea un motivo más para seguir construyendo y autogestionando su conocimiento de la mejor manera, y que ello no genere confusión y desconcierto como efecto de la sobresaturación informativa a la que están expuestos. Este momento debe servir para llevar a las personas en proceso de formación a ser autónomas, a buscar información útil y fidedigna para resolver problemas reales desde el nivel que están cursando.
Hubo tanta publicidad con la entrega de una computadora a cada maestro, cada una de las cuales contenía un bagaje bastante amplio de información, desde lo que constituía el Nuevo currículo, hasta lecturas de Paulo Freire y otros autores que no pierden vigencia; me pregunto, ¿cuántos docentes habrán sido capaces de aprovechar esa información y aprender a manejar las herramientas que ahora se requieren para enfrentar la virtualidad en sus aulas?
Aunque ello pase a segundo plano, lo que hoy interesa es una evaluación objetiva de lo que está aconteciendo con el proceso pedagógico en todos sus niveles, lo que se precisa es la identificación del manejo de los saberes esenciales, acorde a cada etapa de formación, articulados a las demandas de la sociedad y de los tiempos actuales, que requieren la adaptación a nuevas formas de trabajo e incorporan el componente digital como herramienta esencial de supervivencia, fomentando un estilo de aprendizaje dinámico, autónomo, útil, veraz y –sobre todo– ético. Lo que constituye, por supuesto, la base para comprender los desafíos a los que deben enfrentarse los educadores de estos tiempos y cómo éstos debieran responder a la diversidad de los estudiantes en el aula, bajo las condiciones curriculares actuales, pues existe la necesidad de comprender los procesos educativos desde esta mirada tan sorpresiva, pero a la vez tan compleja e incierta.
La autora es docente universitaria e investigadora
Columnas de MARÍA LUZ MARDESICH PÉREZ