¿Golpe constitucional?
La renuncia del domingo 10 de noviembre de 2019 de los exgobernantes Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera, y el ascenso a la presidencia de la senadora Jeanine Áñez Chávez, según la narrativa oficial, sería un golpe cívico-militar. En la historia política boliviana, hasta la década de los 90 eran comunes los cuartelazos, los bayonetazos, el uso de la fuerza de las armas donde la primera medida política era la toma del poder por la fuerza y el rompimiento del sistema constitucional.
También se puede leer “revolución”, “rebelión”, “motín o sedición”, como sinónimos de golpe de Estado o acto que comete irregularmente un poder contra otro poder para impedir el cumplimiento de sus funciones o para deponerlo. Los últimos golpes de Estado que se dieron en Bolivia, fueron los de Hugo Banzer Suárez (1971), Alberto Natusch (1979) y Luis García Mesa (1980).
Para el diccionario jurídico de Guillermo Cabanellas, “el golpe de Estado es la usurpación violenta de los poderes públicos, en especial del Ejecutivo; la absorción por éste de la función legislativa y sojuzgamiento del judicial”. Los golpes de Estado, cuando no los daba el propio Ejército, requerían al menos la complicidad de su tolerancia. El componente militar define el golpe de Estado; por cierto: cuando hay “golpe” no hay sucesión constitucional. En las movilizaciones y protestas democráticas de noviembre de 2019, las Fuerzas Armadas mantuvieron una posición institucional impecable, no intervinieron salvo para sugerir que dimita el jefe de Estado para concretar la pacificación del país. En otras circunstancias, Eduardo Rodríguez Veltzé asumió en 2005, como presidente y nadie denunció golpe de Estado.
El excomandante en jefe de las Fuerzas Armadas, general Williams Kaliman, cuestionó, preguntó y aclaró en los medios de comunicación, el 4 de diciembre de 2019, “¿Cómo puede ser un golpe de Estado si solo hicimos una declaración? No saqué soldados, ni tanques, no me fui al Palacio. Yo no me he quedado de presidente, nadie que sea militar se ha quedado de presidente”.
En todos los golpes, la Asamblea Legislativa ha sido la primera en cerrar sus puertas; sin embargo, después de la huida de Evo Morales y Álvaro García Linera se mantuvo la estructura institucional del Estado y el Movimiento al Socialismo continuó con sus dos tercios y el control de ambas cámaras legislativas. Lo propio ocurrió con el Poder Judicial, la Fiscal General del Estado, la Defensoría del Pueblo, la Contraloría General, etc. Los partidos políticos siguieron en reuniones permanentes, movilizaciones y, hasta cierto punto, los mismos partidarios de Evo Morales, primero bloquearon, pero luego cooperaron con la pacificación del país.
En realidad, luego de complejas negociaciones con los legisladores del MAS, previa mediación de la Iglesia católica y la Unión Europea, la presidenta Jeanine Áñez logró la sanción y promulgación de la Ley N° 1266 de 24 de noviembre de 2019, que en su segundo artículo “deja sin efecto legal las elecciones generales realizadas el 20 de octubre de 2019 y sus resultados” y “dispone la realización de nuevas elecciones generales para (…) el periodo de mandato constitucional 2020-2025”.
Esa Ley también cesaba a los vocales autores del fraude, convocaba a nuevas elecciones y a vocales “notables” y meritocráticos para el Tribunal Supremo Electoral y los Tribunales Departamentales. Esta normativa permitió, entonces, no sólo la pacificación social, designación de vocales del Tribunal Supremo Electoral, convocar a nuevas elecciones generales, sino también licuar la teoría del golpe de Estado, consolidar el Gobierno constitucional de transición, así como la prórroga del mandato de ese Gobierno hasta el 6 de agosto de 2020. Pero como todo este proceso de transición recibió la bendición del Tribunal Constitucional (DCP 0001/2020 de 15 de enero), habría que patentar una nueva categoría jurídica: el golpe constitucional.
En cualquier caso, la remoción de Evo Morales y Álvaro García Linera fue más transparente y mediática que un mundial de fútbol, no hubo detenidos políticos y en ningún momento se escondió el sol y la luna siguió saliendo normalmente, a pesar de la advertencia que hacía Álvaro García Linera.
El autor escribió “La revolución de las pititas en Bolivia”
Columnas de WILLIAM HERRERA ÁÑEZ