Un placebo medioambiental
¿Te imaginas que te digan que, en vez de vacuna contra la Covid, te colocaron suero medicinal? Algo así es el Día del Peatón. Un “medicamento” con efecto placebo para una enfermedad de fondo llamada “parque automotor”. Bolivia tiene una larga trayectoria como país que “nacionaliza” los autos chutos bajo la presión de diferentes sectores. Precisamente ahora, mientras los medios siguen seducidos por la novela de “la culpable”, más de 200.000 autos indocumentados están a punto de ser legalizados con el gentil auspicio de los diputados azules.
Autos siniestrados, robados o que no cumplen la normativa medioambiental ingresan a Bolivia y se benefician de las maravillas del Plurinational State: no pagan impuestos y tienen subvención a la gasolina.
Tampoco es casual que Cochabamba sea la ciudad más contaminada de Bolivia y que el 93% del parque automotor sea el responsable de ello.
El 40% del parque automotor en Cochabamba se dedica al transporte público, donde “público” es un eufemismo de sindicato que no paga impuestos y tiene beneficios de las alcaldías, no tiene restricción vehicular, tuvo subvención de conversión del motor de gasolina a gas y la inspección técnica es a domicilio. Las pruebas sobran para saber quiénes realmente gobiernan la ciudad.
Por lo tanto, detener una ciudad para que la gente pueda salir a manejar bici es un efecto placebo donde el mensaje es claro: “hay que obligar a los autos a parar para que manejes bici”. Esa es la clase de educación vial que tenemos. Mientras tus hijos no vayan al colegio/universidad, o tú no consideres ir a la oficina o al supermercado en bici porque es “peligroso”, el Día del Peatón seguirá siendo un fracaso y La Ley de la Bicicleta seguirá siendo un saludo a la bandera.
La ciudad ha dejado de ser para las personas y se ha convertido a medida de los autos. Todo está conectado, y que talen árboles para agrandar las calles es un claro ejemplo del síntoma de esta enfermedad llamada “progreso mal entendido”.
Los ejemplos de siempre: Berlín, capital de un país que tiene más de seis grandes marcas de automóviles, posee millones de bicicletas en las calles. Diputados y funcionarios asisten a trabajar en bici al famoso Reichstag. Ciudades cercanas como Santiago, Bogotá, Lima o Buenos Aires han entendido que “progreso” va más allá de abrir calles y tener más autos, sino que se trata de crear espacios diseñados a escala humana, donde caminar, salir en bici y respirar aire limpio son prioridades por encima de la presión del sindicato de turno, de los depredadores constructores, o de ciudadanos “cortaárboles” que quieren mostrar el letrero de sus negocios o dejar de barrer hojas secas.
Definitivamente, el Día del Peatón bajará la contaminación, pero nunca sanará la enfermedad de fondo. Es un placebo medioambiental.
La autora es periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER