Alonso y la libertad
No se llamaba José Alonso de Ibáñez, no fue capitán de los vicuñas y, pese a que cada 15 de mayo se recuerda su muerte, la fecha está equivocada. Esos y otros detalles habían descalificado a este personaje, que es considerado el más heroico de Potosí, entre los historiadores científicos; es decir, los que trabajan con fuentes primarias, desechando los mitos y la literatura. Sin embargo, un documento conservado en España, y encontrado por quien firma esta nota, lo reivindica como un luchador por la libertad.
La primera estocada al mítico espadachín fue en 1969. Ese año, Alberto Crespo Rodas publicó un libro titulado La guerra entre vicuñas y vascongados, que puso las cosas en su sitio. Valiéndose de fuentes primarias, cuenta el periodo más crudo de la guerra de naciones que afectó a Potosí en el siglo XVII, pero no pone a Alonso de Ibáñez como protagonista.
La razón está en el libro que expone lo siguiente:
“En 1612, un soldado, Alonso Yáñez, reunió las aspiraciones de los insatisfechos y los resentimientos de los explotados y organizó un complot que tenía por finalidad destruir radicalmente el sistema industrial de Potosí, quemar los ingenios y arrasar las instalaciones, apoderarse de la Villa y desde aquí desparramar por todo el Perú la rebelión. El proyecto fue descubierto por la delación de uno de los comprometidos —un barbero y acuñador de monedas, Diego Sánchez Jaramillo— y duramente reprimido. Yáñez y sus compañeros, un capitán Pacheco; Juan Moreno, carpintero; un tal Flores, arriero, fueron ahorcados”. Sobre su nombre, Crespo anota lo siguiente en pie de página: “Así le llaman, sin excepción, los papeles de la época y no Alonso de Ibáñez”.
La versión, respaldada por fuentes primarias, no le menciona como capitán de los vicuñas ni habla de su esposa, doña Leonor de Vasconcelos, ni de la venganza que ésta tomó cuando, vestida de hombre, habría matado al corregidor Rafael Ortiz de Sotomayor, vengándose porque éste hizo ajusticiar a su marido, José Alonso de Ibáñez. Ésta, que es la versión legendaria, fue recogida en la novela El precursor, de Manuel Frontaura Argandoña.
Los otros detalles son que la conspiración no fue en 1617, como se creía, sino en 1612, y este Alonso no pudo ser capitán de los vicuñas porque este nombre comienza a ser usado por los enemigos de los vascongados recién desde 1622, como se puede leer en la Historia de la Villa Imperial de Potosí…, de Bartolomé Arzáns.
Manuscrito en Sucre
La conspiración de Alonso dio lugar a su ejecución, y la de sus cómplices, así que hubo un proceso que quedó registrado en papeles. Dos años antes del libro de Crespo, en la primera edición de la Historia de la Villa Imperial de Potosí de Arzáns, Gunnar Mendoza ya había reportado hasta cinco legajos, todos de 1613, que se encuentran en los fondos Audiencia de Charca y La Plata del Archivo General de Indias, en Sevilla, España. En todos, el nombre del rebelde es Alonso Yáñez.
Pero en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), de Sucre, existe otro legajo igualmente importante. Este fue recientemente reportado por el investigador Felipe Medina Espada y se trata del pedido que hace el cura Francisco Faxardo de Montoya al rey Felipe III de darle un cargo eclesiástico de importancia en Lima o La Plata (Sucre) por los servicios prestados a la corona al haber delatado la conspiración de Alonso Yáñez, que debía levantarse en Potosí en la navidad de 1612.
El documento es revelador porque señala que los conspiradores querían matar al corregidor, pero, además, señala que los integrantes eran unas 70 personas que estaban dispuestas a alzarse contra la autoridad del rey de España.
Manuscrito en España
La mayoría de los papeles sobre la conspiración se encuentran en Sevilla pero el documento hallado en 2021 está en la Real Academia de la Historia, en Madrid. Se trata del diario de la monja alférez, la famosa Catalina de Erauso, en el que describe no solo su huida del convento, y de España, sino su largo periplo en América, con estancias en varias ciudades, incluidas Potosí y La Plata.
Pero lo que nos interesa de este documento, por lo menos para los fines de este artículo, es que cuenta cómo fue detenido Alonso Yáñez y lo más sorprendente es que ella afirma que participó en el arresto.
Esto es lo que se puede leer, corrigiendo la ortografía del manuscrito, en la copia que está en la Colección Muñoz:
“Vuelto al Potosí aconteció allá poco después el alzamiento de Alonso Yáñez, siendo corregidor D. Rafael Ortiz del hábito de San Juan, el cual juntó gente para contra los alzados (que eran más de ciento) entre la cual fui yo, y saliendo a ellos, los encontramos en la calle de Santo Domingo una noche: preguntóles el corregidor en voz alta ‘¡quien viene!’ no respondieron, y se retiraban: volvió a preguntar lo mismo: y respondieron algunos: la libertad; y dijo el corregidor, y muchos: viva el rey, y avanzó a ellos, siguiéndole nosotros a cuchilladas y balazos, defendiéndose ellos al mismo paso: fuimoslos apretando en una calle, cogidas las espaldas, por la otra boca y cargamoslos de manera que se rindieron: y escapados algunos prendimos 36, y entre ellos el Yáñez: hallamos muertos de ellos siete, y nuestros dos: heridos muchos de ambas partes. Diose tormentos a algunos de los aprehendidos, y confesaron pretender alzarse con la ciudad aquella noche. Levantaronse luego tres compañías de gente vizcaína y de montañas para guarda de la ciudad: y pasados quince días se dio horca a todos ellos, y quedó quieta la ciudad”.
Libertad
Lo que llama la atención es la respuesta de los conspiradores a la pregunta del corregidor. “¿Quién viene?”, increpó él, y ellos contestaron “la libertad”. Esa sola palabra le da a la conspiración de Yáñez un carácter libertario.
También es preciso notar las cifras de los conjurados. El original del ABNB habla de 70, pero esa es la cantidad que los conjurados le dieron al cura Faxardo. Nada garantiza que le haya dicho la verdad y peor aún si estaban preparando un alzamiento que tenía el propósito de matar al corregidor.
En cambio, Catalina pudo haber tenido acceso a información más confiable, ya que, vestida de hombre como solía estar, se alistó entre los voluntarios vascongados que ayudaron a Ortiz de Sotomayor a prender a los conspiradores. En las charlas con el corregidor, y otras informaciones de los demás voluntarios, quizás pudo enterarse que la cifra de rebeldes pasaba del centenar.
No era, entonces, una conspiración cualquiera: estaba buscando la libertad.
(*) Juan José Toro es presidente 2018-2020 de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).