La ciudad que no duerme, pero sí teme
La madrugada del 1 de enero de 2025, el Boulevard de la Recoleta –uno de los epicentros de la música y el esparcimiento en Cochabamba– se convirtió en escena de un crimen macabro. Dos jóvenes, que minutos antes celebraban el Año Nuevo, fueron hallados sin vida tras una riña sangrienta. La noticia cayó como balde de agua fría: el festejo había terminado en tragedia en pleno centro de la ciudad. El hecho conmocionó a la opinión pública y encendió las alarmas sobre la inseguridad que se esconde tras la alegre fachada de la vida nocturna cochabambina. No era un caso aislado, sino el síntoma más crudo de un problema latente: ¿qué tan seguras son nuestras noches de fiesta?
“Ambos cuerpos estaban sin signos vitales, uno de los pacientes fue apuñalado a la altura del pulmón, siendo la herida fatal. El otro presenta exposición de vísceras y una herida punzocortante en el ojo (…)”, indicó Daniel Montoya, voluntario del SAR – Bolivia, a la Red Uno.
La inseguridad tras la fiesta
Cochabamba es conocida por su espíritu festivo y su activa vida nocturna, desde peñas folclóricas hasta modernos bares. Sin embargo, a medida que cae el sol crece también el riesgo. Vecinos de la avenida Melchor Urquidi llevan años denunciando su viacrucis de cada fin de semana: peleas campales de jóvenes ebrios a la salida de boliches, música estridente, bocinazos hasta la madrugada, basura e incluso personas que orinan frente a sus viviendas. “Así no hay quién descanse”, lamenta la señora Lucy, que ve temblar sus ventanas desde las diez de la noche hasta antes de que amanezca. Otro residente recuerda una pelea callejera –puños y botellas volando– en la que ni siquiera la presencia de una patrulla disuadió a los agresores.
Las autoridades aseguran estar al tanto. La subalcaldía distrital afirma que la Intendencia fiscaliza los locales cada fin de semana, controlando ruidos, horarios y vetando el ingreso de menores, mientras la Policía se encarga de disolver riñas callejeras y prevenir robos. Aun así, los vecinos se sienten desprotegidos. La percepción de inseguridad va en aumento: ya no se atreven a caminar de madrugada. Según la Felcc, hay al menos treinta “zonas rojas” en la ciudad, varias coincidentes con zonas de vida nocturna. El Boulevard de La Recoleta figura en esa lista, al igual que calles del casco viejo con muchos bares y tramos de la zona norte dominados por “motochorros”. Los trasnochadores se han vuelto blanco fácil de carteristas, “pildoritas” y falsos taxistas al acecho de los que salen de las discotecas.
La periferia desprotegida
Si el centro urbano preocupa, los cordones periurbanos viven una realidad aún más cruda. La región metropolitana Kanata –que engloba Cochabamba y municipios vecinos– superó los 1,5 millones de habitantes en 2024, alimentada en buena parte por migración del campo. La mayoría de los recién llegados se asienta en la periferia, formando cinturones urbanos que crecen raudamente sin planificación suficiente. Estos barrios carecen de muchos servicios básicos y la seguridad ciudadana no es la excepción. Sus calles mal iluminadas quedan a merced de quien quiera imponer su ley al anochecer.
En esos cinturones periurbanas, la vida nocturna es más precaria e informal. Donde no hay discotecas formales, proliferan fiestas callejeras, cantinas clandestinas y lenocinios que operan a puertas cerradas. Con alcohol barato, incluso adulterado, jóvenes sin opciones y escasa presencia policial, el cóctel es explosivo. Pandillas juveniles suelen adueñarse de plazas oscuras y luego salir a delinquir. En la avenida 6 de Agosto (zona sur), donde abunda la oferta nocturna clandestina, son frecuentes los casos de “pildoritas” que drogan a sus víctimas y de falsos taxistas que esperan afuera para robarlas. Son sectores donde el Estado no se siente, pero el miedo se vive intensamente. Cansados de la delincuencia, algunos vecinos han llegado a intentar linchar a ladrones sorprendidos infraganti.
La falta de confianza en la Policía ha llevado a que unos contraten guardias privados, mientras otros recurren a alarmas comunitarias y rondas vecinales de vigilancia.
Hacia una noche más segura
Las autoridades han decidido poner orden a la noche cochabambina intensificando los controles. En agosto de 2024, por ejemplo, la Intendencia clausuró tres lenocinios clandestinos y sancionó a varios bares que violaban los horarios y las normas de seguridad. Además, rige un decreto que obliga a los organizadores de eventos masivos a presentar planes de contingencia avalados por la Policía, medida tomada tras trágicas muertes en fiestas clandestinas recientes.
Controles y vigilancia. La Alcaldía ha redoblado la fiscalización de locales nocturnos para frenar a los negocios que operan al margen de la ley. Los boliches reincidentes que violan las normas encaran clausuras definitivas y multas. Por su parte, la Policía reforzó sus patrullajes en las zonas de mayor movimiento e instaló cámaras de vigilancia en puntos estratégicos como el Boulevard de La Recoleta. También realiza controles de alcoholemia aleatorios en la madrugada sobre las avenidas principales, que han logrado reducir accidentes de tránsito en fechas festivas.
Espacios públicos seguros. Se plantea crear “corredores seguros” con mejor iluminación y vigilancia entre las zonas de ocio y las vías de transporte, para que la gente vuelva a casa con menor riesgo. Esta intervención urbana busca eliminar los puntos ciegos que hoy aprovechan los delincuentes.
Coordinación e incentivos. Una propuesta integral es instaurar una mesa de seguridad nocturna que reúna a Policía, Intendencia, municipalidades, dueños de locales y vecinos, a fin de coordinar operativos y compartir información. A la par, se sugiere premiar a los establecimientos que inviertan en prevención (personal capacitado, protocolos contra acoso, transporte seguro al cierre, etc.) con un distintivo de “local seguro”.
Cultura ciudadana. Finalmente, se impulsan campañas de concientización para un consumo responsable de alcohol y la prevención de la violencia en entornos festivos. Se busca educar especialmente a los jóvenes en autocuidado y respeto mutuo. Detectar y frenar a tiempo situaciones de acoso o agresiones de pareja en una discoteca, por ejemplo, puede evitar tragedias.
Cochabamba, ciudad tradicionalmente apacible, no quiere entregar sus noches al temor. Se han dado pasos pero lograr que la población vuelva a disfrutar del ocio nocturno sin sobresaltos requerirá persistencia y trabajo conjunto. Que salir de noche deje de percibirse como una ruleta rusa dependerá de un pacto social entre autoridades, empresarios y ciudadanos. El objetivo es claro: que la diversión vuelva a ser sinónimo de alegría, no de peligro. La ciudad que no duerme puede ser también la que no teme.
Fuentes consultadas: Policía e Intendencia de Cochabamba; Los Tiempos; estudios “Violencias sociales en tiempos de (post) pandemia” (CESU-UMSS), “Imaginarios urbanos y espacio público en Cochabamba” (Solares, 2022), “Jóvenes, miedo y espacio urbano en Cochabamba” (Rodríguez Ostria, 2009), entre otros.