El fracaso de la integración amazónica
Los incendios en la cuenca Amazónica siguen dejando en evidencia todo tipo de problemas, y entre ellos han desnudado la fragilidad de los acuerdos de integración regional.
El golpe más duro ha sido para el Tratado de Cooperación Amazónica, firmado hace más de 40 años en Brasilia, y que se buscó fortalecer en 1998 creando dos instituciones: una secretaría permanente y la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). Esta organización ya estaba allí cuando en los años 2000, se redoblaron los discursos integracionistas, por ejemplo por Hugo Chávez en Venezuela apostando a la ALBA, o Lula da Silva en Brasil, apoyando la creación de la Unasur.
El tratado amazónico era ideal para acuerdos regionales en temas críticos como la gestión de ríos y cuencas compartidas en las fronteras, la prevención de incendios, o detener a la minería ilegal. En paralelo existían instancias ciudadanas que nutrían el optimismo de lograr una real integración de los pueblos, y en una de las más destacadas participaban bolivianos amazónicos. Me refiero al MAP (nombre que deriva de las iniciales de Madre de Dios en Perú, Acre en Brasil y Pando en Bolivia).
Nada de eso se concretó. Por el contrario, ante los incendios de hoy, los gobiernos se comportaron como si no supieran nada de aquel tratado. El presidente de Colombia, Iván Duque, dijo que quería crear un pacto presidencial amazónico, y tuvo que dar marcha atrás cuando le explicaron que ya existía y que Colombia era miembro fundador. Martín Vizcarra insinuó lo mismo. Jair Bolsonaro dijo que asistiría a una cumbre presidencial amazónica si le aseguraban que no estaría Venezuela, para finalmente cancelar su presencia. Parecería que para Bolsonaro existen unos incendios de izquierda y otros de derecha.
Según los medios, el presidente Evo Morales intentó activar un encuentro ministerial en el marco de aquel tratado. Pero no se ha prestado atención a que la secretaria general de la OTCA es Alexandra Moreira, una boliviana, y no solo eso, sino que fue ministra del ambiente en Bolivia entre 2015-2017. Estaban las condiciones ideales para que desde Bolivia se aprovechara esa doble condición, boliviana y exministra del ambiente, para encaminar un muy rápido apoyo internacional. Pero eso no sucedió.
La OTCA ha estado allí por décadas, y si hubiera operado con eficiencia estarían disponibles protocolos regionales para atacar el fuego, por ejemplo. Dentro de la organización hay antecedentes sobre la relevancia y necesidad de la cooperación frente a los incendios, por lo menos desde 2014, y éstos a su vez están asociados a otros intentos para combatir la deforestación y el comercio ilegal en maderas.
Que no se concretaran medidas efectivas es responsabilidad de los propios gobiernos, de todos ellos, sean conservadores o progresistas. Los países amazónicos han estado de espaldas unos a los otros y, a su vez, los territorios amazónicos y las fronteras son la periferia dentro cada nación. Así como en La Paz poca atención se le presta a lo que ocurre en Cobija, mucho menos se sabe en Brasilia de los problemas de Brasiléia. En los hechos prevalecen estrategias de competencia comercial de un país contra el otro en ser primero en conceder permisos petroleros, mineros o promover negocios agropecuarios.
Han pasado décadas, y se pueden recordar todo tipo de discursos de responsabilidad ecológica o llamados a la Pacha Mama, pero todavía no hay estrategias efectivas compartidas entre los países para asegurar la biodiversidad amazónica y detener dramas urgentes, como la minería o la deforestación. Para hacerlo será necesario repensar las soberanías nacionales desde la aceptación de compromisos con la conservación amazónica. Es una tarea que los gobiernos deben asumir antes que se queme el último árbol.
El autor integra el Centro Latino Americano de Ecología Social
@EGudynas
Columnas de EDUARDO GUDYNAS