Carlos, hoy es el lunes 21 de octubre
Laborioso, provocador y augural podrían ser los adjetivos que definen este día. Las encuestas y previsiones se habrán convertido en certezas y las palabras con mayor repetición serán “como lo habíamos dicho…”, “como lo habíamos advertido…”
La especulación dará paso a las cifras y habremos recuperado nuestro futuro.
Habrá quienes se entretendrán en el mundo de las recriminaciones. Aquellos que no pudieron lograr que sus legítimas pretensiones se transformen en voluntad popular. El soberano, como gustan decir los comunicadores, habrá definido la forma y la manera cómo se harán las cosas. Se abrirá otra agenda, más concreta y puntual, y marcará el fin de una época que dejará en el pasado la generación que luchó por la recuperación democrática y contra los gobiernos militares. La democracia, como bien público, ya no está en debate aunque las nuevas generaciones comprenden, desde la nube atemporal y sin territorio, el carácter dialéctico de la política, la sociedad y el Estado.
Bolivia ingresará a la agenda de América Latina que ha identificado escenarios con grandes retos, más allá de sus administradores y de la ideología que los anima. Hasta el año 2030 deberemos resolver la vida que vive radicalmente en ciudades con todo lo que eso significa, desde una sociedad que se dice originaria indígena campesina mientras mira impasible el incendio de la Chiquitania; con procesos de corrupción aparentemente indetenibles; con redes de comunicación indisolubles con lo cotidiano, que se manejan desde la banda ancha y los satélites; con jóvenes profesionales que no tendrán trabajo; y finalmente, debiendo reconocer territorios cada vez más extensos en los que manda el crimen organizado del narcotráfico que se mofa de la gobernabilidad. Estas cinco variables definirán la calidad de una democracia que se mueve aparentemente entre la tensión y la agonía y que no aprovechó en todas sus posibilidades el periodo de las vacas gordas.
Esta agenda deberá asumirla de manera responsable y creativa el gobierno que jure para cumplir, en enero del 2020.
Junto a todo eso que se repite en el continente, junto al cambio climático y a la necesidad de una economía con rostro humano, tendremos que volver a debatir la gestión administrativa y la manera de aprobar políticas públicas preparando una solución federal. Los modos autoritarios a los que casi nos acostumbramos por la renuncia de una parte de nuestra ciudadanía, han producido súbditos frente a un poder que le gustó mandonear a su antojo. Y que, cuando alguien se oponía, zarandeaba su futuro judicial, administrativa y políticamente.
Vamos a tener que desarrollar la paciencia para no cargar a la democracia la falta de respuestas, y no caer en el chantaje de los inmediatismos. Con firmeza y convicción republicana, abramos las puertas del futuro, de la integración, de la responsabilidad y la transparencia y con eso estaremos listos para entender el costo de la democracia y la defensa leal de sus instrumentos.
Como queda claro, estoy hablando de un gobierno distinto al que actualmente tenemos, agotado en propuestas, en acciones y comportamientos y que, habiendo tenido la disponibilidad absoluta de recursos y voluntades durante 14 años, sigue pidiendo más tiempo de manera mañosa y atrabiliaria. El mejor instrumento para lograr transparencia y eficacia, es hacer que vengan otros que, sin vergüenza, complejos ni venganza, traigan aires y capacidades nuevas para que el sol y la luna sigan su tránsito en el firmamento, sin tener que depender de la voluntad de algún entusiasta Copérnico boliviano.
Carlos, lo más hermoso de todo esto, es que el 21 de octubre depende de nosotros.
El autor es director de innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA