El guión
Lo acontecido en Bolivia demuestra una vez más que el poder es efímero. Al serlo, resalta con claridad la existencia de una doble percepción: la primera, que aquellos que detentan dicho poder buscan conservarlo acudiendo a las reglas de la Constitución y en respeto al orden democrático y, la segunda, muy diferente, que lo hacen utilizando todo tipo de artilugios como aconteció con Evo Morales y la nomenklatura que lo secunda, en busca de una permanencia al margen de la Constitución y en una actitud de abierto menosprecio a la inteligencia de los bolivianos donde, como colofón, se acudió a las artes de la manipulación informática y fraude para cambiar el voto del elector.
Justamente por exteriorizar esa conducta vil y despreciable en la que se pretendió desconocer uno de los derechos más sagrados del que todo ciudadano goza en una sociedad civilizada, es que se gestó en el país lo que en el mundo entero se ha conocido como la “revolución de las pititas”, un movimiento que no fue solo generacional y reservado únicamente a las juventudes.
Más bien fue un espacio copado por ciudadanos de todas las edades, conglomerados no únicamente por identidad generacional, sino por identidad y compromiso con la democracia y la legalidad. Y justamente esa profunda convicción con el sistema democrático y valoración del significado del voto en las urnas, fue la que permitió que un régimen autocrático como el del MAS, haya sido vencido en las calles por la sociedad civil, en tan solo 21 días, después de 14 años de empoderamiento y control del Estado en todos sus niveles.
Ahora bien, producida la caída del régimen, el guión de la corriente populista ha cambiado de escribidor. Ya no es Venezuela la que dicta el libreto como acontecía mientras Chávez vivía y en una buena parte del gobierno dictatorial de Maduro. Hoy, es la Argentina la que asumió la posta, secundada por México, cuyos gobiernos son los que, siendo de corte populista en esta parte del continente, abanderan ideologías basadas en el pernicioso socialismo del siglo XXI. Esa es la explicación del porqué varios medios de prensa de la Argentina y falsos profetas de los derechos humanos provenientes de ese país, hayan estructurado una campaña mediática para distorsionar lo acontecido en Bolivia después de la fraudulenta elección llevada a cabo el 20 de octubre buscando, sin éxito, posicionar la idea de que en nuestro país hubo golpe de Estado.
México no se quedó atrás en el manejo mediático y en acciones diplomáticas para dar aire y algo de respiro al masismo. Para muestra un botón. Una de las activistas del populismo de ese país, incrustada como periodista en una cadena internacional como CNN en Español, fue la que trató de encasillar la idea de golpe de manera recurrente y poco ética. Lo mismo hicieron medios argentinos en una demostración de la faceta más indigna del periodismo. Y, con más timidez, la Rusia de Putin. Queda claro que el guión, –que ahora lo escribe Argentina– no era otro que tratar de salvar la imagen totalmente deteriorada de Evo Morales y su gobierno, y vender al estilo del nazismo, –un arte que por cierto fue muy bien representado durante estos últimos 14 años por preclaros dirigentes masistas– una serie de mentiras con el propósito de volverlas verdad.
Las frases son conocidas. Las oímos a diario. La derecha perpetró un golpe; el Imperio lo patrocinó; se están enajenando los recursos naturales y un largo etcétera que ya nadie lo cree habida cuenta de que los hechos nos han demostrado que la gente ya no es manipulable con ese tipo de discurso, y que el guión estructurado desde la Argentina por pseudo defensores de los derechos humanos, con apoyo mexicano y de Podemos de España, busca recuperar uno de los espacios de poder más solidos –en teoría– que los populistas tenían, que era precisamente Bolivia bajo el gobierno de Morales. Ya no seremos más un laboratorio social, y eso le duele al populismo latinoamericano.
El autor es abogado
Columnas de CAYO SALINAS