Por la majestad de la ley y sus operadores
Bolivia contempla estupefacta el manoseo de sus leyes según los deseos y mandatos del poder político que prescinde de lo ordenado justamente en el capítulo segundo de la Constitución vigente. El estupor sucede a la comprobación del extraño proceder de unos jueces que, oyendo las consignas masistas, liberan a los encarcelados durante los últimos meses bajo acusaciones de terrorismo, sedición, organización criminal, asociación delictiva. Se está dando “la excarcelación inclusive para criminales de origen extranjero” que comprobadamente usaron armas de fuego en los sucesos de Montero, Sacaba, Senkata y otros escenarios.
Data de muchos decenios la instrucción cívica que todos hemos recibido de cumplir con lo ordenado por la Carta Magna para que Bolivia salga de la grotesca parodia, la mayor vergüenza que se arrastra y conlleva las taras claramente señaladas por Los Tiempos: retardación, corrupción extrema, insuficiencia de recursos, improvisación de su personal, partidismo o falso seguimiento.
Filósofos y estadistas nos ofrecen una pauta de la esencia de la Justicia, que Albert Camus sentencia: “Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo”. Si acaso nos llega el lamento de Horacio: “La justicia, aunque anda cojeando, rara vez deja de alcanzar al criminal”. O lo dicho por Voltaire: “Los pueblos a quienes no se hace justicia se la toman por sí, más tarde o más pronto”. En cuanto a nuestra realidad, puede aplicarse lo que dice el escritor y periodista argentino Ernesto Mallo: “Leyes hay, lo que falta es justicia”. Y tuviera que estar siempre vigente la sentencia de Cicerón: “La justicia no espera ningún premio. Se la acepta por ella misma”. Nunca más oportuna la reflexión de Tomás de Aquino: “La justicia sin misericordia es crueldad”.
La reforma emprendida ahora en Bolivia, siendo tan compleja tiene que ser asumida con los ojos puestos en la Majestad de la Justicia que no admite peros, ni chicanas, menos coimas o el cohecho, “lo justo es lo igual –sentenció Aristóteles– pero no para todos, para los iguales”. Y cuando de la teoría se pasa a la práctica, Confucio es preciso al decir que “mejor que el hombre que sabe lo que es justo es el hombre que ama lo justo”. Gran reflexión sobre la justicia de Publio Siro “la absolución del culpable es la condena del juez” o la formulación del líder pacifista Mahatma Gandhi: “Ganamos la justicia si hacemos más rápidamente justicia a la parte contraria”.
No podemos soslayar lo recomendado por Sócrates: “Cuatro características corresponden al juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”. Estamos en una pausa a la espera de los resultados de esta cacareada reforma.
El autor es periodista
Columnas de MAURICIO AIRA