De leonas y ratones
La banal perversidad de la venganza disfrazada de “justicia” y el cinismo (a)normal de los “mazis” actualizan los peligros de la irreflexión, una de las preocupaciones de Hannah Arendt, experta en el poder del mal y en los totalitarismos. Amparo Carvajal, la española más boliviana de todas, es una de las víctimas recientes de la ofensiva del odio y la intolerancia transformadas en políticas de Estado: el pantano donde se hunde cada vez MÁS el MAS. Su delito es pensar bien y actuar mejor: “Los derechos humanos son universales, y si el Estado los atropella, es mi deber defenderlos”, proclama Carvajal. La racionalidad (coherencia) de su pensamiento y comportamiento. Armada de su bastón y coraje —igual que la legendaria líder de las heroínas de la Coronilla—, ella levanta ronchas en Luis Arce Catacora, cantautor de “fachos de mierda” y Evo Morales, jugador de fútbol a rodillazos. ¿Quién es peor?
El pasado lunes, a través de un video, el autodenominado Ejército Guerrero-Wila Lluch’us (gorros rojos), amenaza con quemar la casa de la presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (Apdhb) porque defiende a “golpistas, neoliberales y asesinos”. Exigen, además, que Jeanine Áñez “se pudra en la cárcel”. Delincuentes, acusadores, vengadores y jueces, este grupo irregular, igual que el Estado Mayor del Pueblo, vierte sus resentimientos y “valentía” en contra de dos mujeres convertidas, por la torpeza del Gobierno, en símbolos de la resistencia ciudadana.
La gravedad de la estupidez de ese grupo es tal que el poder oficial reacciona rápido y ofrece, como acostumbra, la verdad de las mentiras. El ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, asegura que el grupo Wila Lluch’us es una organización “inexistente” y que el video que anuncia ese atentado “es armado”. Por su parte, Evo Morales, dueño del MAS, (des)miente, vía Twitter, que ese grupo sea parte de su “instrumento político”. ¿Alguien cree en la veracidad de tales declaraciones? También los jerarcas nazis, maestros de los “mazis”, rechazaban, hasta 1929, a sus Schutzstaffel (escuadrones de protección), las SS. La prensa independiente, sin embargo, ha mostrado que ese grupo hizo campaña para el MAS y que sus miembros son tan cercanos al “compañero Lucho” que se toman fotos con él.
La estrategia del régimen es clara. Puesto que los Wila Lluch’us no existen (¿son fantasmas los que amenazan en el video?), ni el Gobierno ni el MAS pueden hacer nada contra ellos. Así se protege y justifica el actuar de estos grupos paramilitares que hostigan a los “enemigos” de la patria. Acá llama la atención la celeridad del Ministro de Gobierno para “demostrar” que ese grupo no existe: ¿eficiencia o ineptitud?
Es irracional que el Ejército Guerrero de los gorros rojos, cuyo nombre parece una broma de Arthur Conan Doyle, quiera quemar la casa de una mujer indefensa para apagar el fuego de la verdad. Usar el amedrentamiento para anular a personas valientes nunca ha funcionado. La leona no teme a las hienas. Tampoco a las ratas y ratones. Hay que recordarles, a esos despistados, que en 50 años de fatigosa labor en pro de los derechos humanos ningún gobierno, dictatorial o democrático, ha logrado silenciar la voz de Amparo Carvajal, la valiente y verdadera defensora del pueblo. Preocupa, empero, que ese tipo de amenazas vayan a repetirse en contra de todos los “vende patrias” que, vaya coincidencia, son todos los opositores al régimen.
Bolivia vive tiempos difíciles por peligrosos: ¿escribo algo nuevo? El engaño, la manipulación y la indecencia se consolidan como valores de un régimen autoritario y dogmático. El Proceso de cambio, por su naturaleza colectivista, antidemocrática y antimoderna, rechaza el modelo liberal de garantizar las libertades individuales y los derechos humanos. Lo irónico es que el lenguaje y discurso radicales del MAS esconden una postura conservadora y delincuencial. El paraíso del socialismo andino que venden no pasa de ser una sociedad inquisitorial donde Amparo Carvajal es amenazada por prácticas medioevales y Jeanine Áñez se pudre en la cárcel esperando una justicia imparcial. Entre víctimas y verdugos hay algo peor. La mayoría —demócratas de alasitas— callamos y elegimos podrirnos en “libertad”. Vale.
El autor es economista y filósofo
Columnas de GUSTAVO V. GARCÍA