La normalizada crisis de nuestra democracia
La exvocal Rosario Baptista salió del país debido a las presiones que soportaba dentro y fuera del Tribunal Supremo Electoral (TSE), una institución esencial para la democracia nacional.
“Yo me siento amenazada, me siento perseguida, las declaraciones de los ministros Lima (de Justicia) y Del Castillo (de Gobierno) son amenazantes, me siento insegura porque nuestro sistema judicial se ha convertido en un mecanismo de extorsión política, a través de la vía penal. Manipulan a la gente, a través del miedo de ser detenidos, para que se callen o se sometan”, declaró la exautoridad.
Un par de días antes, Baptista envió a los medios de comunicación una carta de seis páginas en la que, entre otras cosas, señala que “el sistema de partidos políticos prácticamente no existe. Existe un partido único”. Hay más afirmaciones inquietantes:
El MAS “ha montado un escenario en el que ha tomado control total de todos los Órganos del Estado, que operan sólo para crear en la gente la ilusión de que vivimos en una democracia”.
“La voluntad ciudadana y la soberanía son manipuladas no sólo a través del resultado del voto, sino a través de la información que se brinda a la ciudadanía para perpetuar en el poder al partido gobernante, al que están obligadas a responder todas las autoridades públicas, tal como determina expresamente su Estatuto Orgánico, recientemente registrado por el TSE, pese a mi voto disidente fundamentado en derecho”.
La carta contiene más denuncias públicas. Son afirmaciones que en cualquier país del mundo desatarían un escándalo con repercusiones internacionales porque, de ser como ella dice y como es evidente, la institucionalidad democrática en Bolivia sólo es de forma.
Sus acusaciones llevan nombre y apellido: no sólo apuntan al partido MAS, sino que señalan directamente a su presidente, Evo Morales, al que alude como alguien que se aferra al poder “engañando y traicionando a la propia gente que dice representar, a quienes no ha hecho otra cosa que dividir, basado en la mentira”.
Hay ahí, entre líneas, una indivisibilidad entre Morales y el MAS, que, tal como lo manifiesta la propia Baptista, a lo largo de últimos 15 años se ha consolidado como único partido de alcance nacional, mientras que sus competidores parecen existir como tales sólo en tiempos electorales.
A este punto hemos llegado. Con un sistema de partidos desmantelado, un virtual monopartidismo, el aparato estatal intervenido desde hace tres lustros por el que gobierna y una institucionalidad de fachada que favorece a los propósitos ideológicos del oficialismo. Nuestra democracia está en una crisis que, al haberse impuesto progresivamente, parece ya no sorprendernos.