Garibay y los cochinos
La hazaña de Héctor Garibay en Ciudad de México, donde obtuvo el primer lugar en la 40ª edición de una maratón dominada por africanos, se multiplica debido a sus palabras: “En Bolivia hay mucho talento y, por el tema económico, muchos sufren”.
Sufrimiento: esa es la palabra. Tanto por mi trabajo como por haber acompañado la carrera deportiva de una de mis hijas, sé que hacer deporte en Bolivia no solo es quijotismo, sino una dolorosa mala inversión.
Se emplea tiempo, porque es preciso entrenar bastante, y dinero ya que, pese a existir legislación para el fomento del deporte, los diferentes niveles de gobierno no atienden a los deportistas como es debido.
Parte de los fondos públicos se utiliza para promocionar las figuras de las autoridades circunstanciales: aparecen sonrientes, junto a los deportistas, y, muchas veces, con frases hechas como “sí al deporte, no a las drogas”. Lo más común es entregar uniformes —a veces con sospechas de sobreprecio u otros actos de corrupción— y, hasta para ese acto nimio, se convoca a la prensa. Pasado el acto formal, todo vuelve a la normalidad: la autoridad a su oficina y el deportista a seguir rompiéndose el lomo.
En mi ciudad, Potosí, el ajedrez tiene una larga tradición. Mi hija solía ir a practicar jugadas a una sede que lleva años sin remodelarse. A lo largo de los años, decenas de deportistas consiguieron medallas que se quedan con ellos porque no hay un lugar adecuado para exhibirlas. A la hora de viajar a campeonatos, lo único que se recibía era el uniforme porque los padres, o los propios deportistas, debíamos pagar sus pasajes.
En los últimos años, se ha puesto de moda el básquet y las cosas son muy parecidas. La mayoría de los campeones son equipos potosinos que deben hacer peripecias para viajar.
Si eso pasa en el deporte, imagínense en actividades no deportivas, como certámenes culturales o robótica. ¿Acaso los campeones en esas y otras disciplinas no tuvieron que salir a la calle a vender refrescos o hamburguesas para poder viajar? Y, entretanto, los políticos que debían apoyarlos viajan con dinero del Estado, a veces hasta integrando delegaciones de chupamedias.
Tenemos deportistas de gran valor, como Héctor Garibay, pero quienes ganan grandes sumas mensuales son los futbolistas cuyo desempeño es de los peores, pues Bolivia ocupa los últimos lugares en ese deporte.
¿Existe dinero para el fomento de la cultura y el deporte? ¿Claro que sí! El problema es que no se lo utiliza para ese fin. Se desvía o, sencillamente, es robado impunemente. Si hay dudas, revisemos lo que dijo Garibay sobre el dinero que le debe el Estado: “Si bien tenemos la beca olímpica, hace un año que nos la deben”. Eso significa que en este país de corruptos, en el que el rodillazo se ha convertido en deporte nacional, alguien se está tirando ese dinero.
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA