Enzensberger y las tormentas perfectas
¿Hay naufragios totales, sin más capacidad de recuperación? Haití, por ejemplo, ¿volverá algún día, quien sabe en cuántas generaciones, a ser un país ‘normal’? Quien lea noticias, recordará que allá el mismo Estado y todas las instituciones prácticamente desaparecieron, hasta el punto de que hoy es un territorio dominado por mafias armadas. Escapar de Haití se convierte, naturalmente, en el sueño de cualquier haitiano no perteneciente a las mafias. Escapar de Venezuela, escapar de Cuba, escapar de Nicaragua… el continente, como en las peores épocas de las dictaduras militares, es territorio de desgracias masivas originadas en tiranos de nueva cepa. Ahora mismo, Bolivia se está sumando a esos países en naufragio fatal. Le llegó, de una vez y de golpe, la hora de pagar por los casi veinte años de masismo -y no es la única cuenta pendiente.
Pese a todo, en Bolivia parece flotar un ingenuo optimismo o fantasiosa esperanza: que, en las próximas elecciones, el MAS habrá sido echado y llegará alguien más sensato. Pero ni lo primero es seguro, ni lo segundo es tan fácilmente alentador: si llegara a darse un presidente no masista, alguien de la actual y supuesta oposición ¿lo dejaría ‘el pueblo’ gobernar tranquilo un día, sin otra vez bloquear todo el país? Sería predecible, esta vez, una gran reunificación del MAS, con el objeto de arruinar a cualquier otro gobierno que no sea de ellos.
Todos queremos creer que, pese a todo, algún momento, urgentemente, se podrá reflotar el país después del naufragio que está viviendo. ¿Será?
Hacia fines de los años setenta, ese particular escritor que es Hans Magnus Enzensberger escribió un largo poema, El naufragio del Titanic, que su mismo autor anunciaba como ‘Comedia’, mientras es más bien de corte épico y el naufragio del que el poeta quiere dar cuenta, en ese momento, es general y atañe, trágicamente, al estado a que ha llegado ‘el mundo’ todo, abocado a su desastre y su hundimiento.
Sin embargo, Enzensberger no se queda en el carácter general de esa metáfora del Titanic, pues sabe muy bien dónde situarla concretamente: en Cuba. Ya entonces él asiste, de cerca, al hundimiento de la “revolución” cubana y, ahora lo sabemos, su consiguiente “haitinización” y depauperización.
Actualmente, ese naufragio ya es por demás conocido, mientras nunca acaba por volver a reflotarse todo lo que se hundió, y se sigue hundiendo, en esa isla desgraciada, abarrotada de presos políticos.
No por ello, sin embargo, el Titanic de Enzensberger pierde su carácter profético y su lectura se hace tanto más acuciante hoy en día, cuando los peligros y tragedias que asolan a millones no hacen sino multiplicarse. Ahora con una ayuda, encima, hasta hace poco totalmente impensada: la del mismo Estados Unidos, hacia cuyo propio, respectivo naufragio Trump traza ya la ruta. Más Putin, más cambio climático, entre otras sombríos factores, todo parece apuntar a la tormenta perfecta.
Ésta, en todo caso, ya está desatándose en Bolivia.
El muy hermoso Canto Tercero del poema de Enzensberger termina así:
“Y miré hacia fuera distraído / sobre el muelle del Caribe, / y allí vi, mucho más grande / y más blanco que todas las cosas blancas, / muy lejos —yo era el único que lo veía allí / en la oscura bahía, en la noche sin nubes / y en un mar negro y liso como un espejo— / vi el iceberg, alto, frío, como una helada Fata Morgana, / deslizándose hacia mí, lento, inexorable y blanco.”
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.