Mario Vargas Llosa: “La literatura necesita libertad para existir”
Mario Vargas Llosa ya es “inmortal”. Así se denominan los miembros de la Academia Francesa. Y desde ayer, el Nobel hispanoperuano es un miembro de pleno derecho y vitalicio de la institución que hace cuatro siglos fundó el cardenal Richelieu.
El escritor hispanoperuano es el primer autor que escribe en castellano que entra en esta prestigiosa y exclusiva institución creada en 1635.
“Querido Mario Vargas Llosa: está aquí entre nosotros, en nuestra obstinada tribu de efímeros inmortales”, le ha dicho al final de la ceremonia Daniel Rondeau, el académico encargado de darle la réplica y amigo del escritor.
En su discurso en francés, de poco más de una hora, el autor de Conversación en la catedral habló de la influencia que los grandes autores galos han tenido en su carrera, reivindicando Francia como el origen de su vocación de escritor. También evocó el rol de la literatura, que, según él, “necesita libertad para existir”. “Nadie está a salvo si no somos todos libres: es la gran enseñanza de la literatura francesa”, sostuvo.
A golpe de tambor y durante cuatro minutos fueron entrando uno por uno en fila los 40 “inmortales”, cuidadores de la lengua gala. Vargas Llosa ha evocado su infancia, cuando creía que “la literatura francesa era soberana en toda América Latina”, sus años leyendo “y releyendo” a los franceses, sobre todo a Gustave Flaubert (“mi maestro”) y su Madame Bovary.
“Estudiando a los franceses y a los autores franceses sin descanso aspiraba secretamente a convertirme un escritor francés”, señaló el autor. Al llegar a París “me di cuenta de que los franceses habían descubierto la literatura latinoamericana antes que yo. (...) Es en Francia, qué paradoja, donde he comenzado a sentirme un escritor peruano y latinoamericano”, remarcó el escritor, cuyo discurso finalizó con una ovación de los presentes.
Recordó el primer día que llego a París, en el año 1959. Lo primero que hizo fue comprarse un ejemplar de Madame Bovary en una librería: La Joie de Lire (la alegria de leer), “una librería simpática porque nunca denunciaban a los ladrones”.
Rememora ese día, leyendo, “como un sueño del que jamás me he despertado”. “Sin Flaubert nunca habría sido el escritor que soy hoy” y es “gracias a él que hoy estoy aquí”, dijo el autor, que contó que, años después, fue a la tumba del francés a depositar flores “para agradecerle todo lo que había hecho por mí y por la novela moderna”.