La república de Bolivia les quedó grande
Son maestros de la mitomanía y del resentimiento. Una tropa carnavalesca acostumbrada a rumiar su odio, su victimismo, su racismo, su cinismo, su demagogia y su oportunismo. Saltimbanquis y bufones incapaces de ver la diversidad que les rodea, porque se creen únicos en su género y no dudan en destruir al que piensa diferente a ellos.
Disfrutan del dolor ajeno cuando logran imponer su capricho a fuerza de abuso y desagravio. Para lograr ese propósito, se victimizan atacando a una supuesta derecha, a la que consideran culpable hasta de la mosca que se les cae en la sopa. En el fondo ellos son de ultraderecha, disfrazados de socialistas. Oportunistas que recurren a todo tipo de artilugios para perpetuarse en el poder, y de esa manera libar los placeres del capitalismo al que tanto odian.
Son amantes del lujo y desprecian la historia anterior a su llegada. Se enjuagan la boca mentando un supuesto proceso de cambio y de descolonización. Pero en una actitud de franca contradicción, sus interculturales pirómanos se dedican a colonizar, metiéndole fuego a cualquier espacio que encuentran a su paso.
Son supersticiosos y les gusta venerar símbolos que no entienden. Fanáticos de la piromanía que le meten fuego a todo lo que no les gusta, cuando se trata de defender un trapo percudido al que llaman whipala. Están acostumbrados a despilfarrar cuanto dinero llega a sus manos, construyendo obras que se desploman antes de ser concluidas. Tienen su "Casa Grande del Pueblo“, donde el pueblo no toca pito, porque está destinada a ellos que son los propietarios.
Últimamente han inaugurado un cubo desentonado que encaja perfectamente con su mentalidad cuadrada, donde sesionará su Asamblea Legislativa Plurinacional. Según ellos, el último grito de modernidad. A la lista interminable de elefantes blancos, se suma el museo erigido al sultán andino colérico, un espacio inservible, donde se exhiben los trapos sucios usados por ese.
Su sumisión ante un cocalero aprendiz de caudillo es inexplicable. Un fraudulento del que todos saben, salió huyendo a México de forma vil y cobarde, y que ahora se victimiza tratando de imponer la mentira de golpe de Estado. Un semianalfabeto que durante catorce años, confundió la Constitución con una pelota.
Hoy tienen un títere que juega al papel de presidente. Alguien acostumbrado a clavar la mirada al suelo y a balbucear discursos cargados de odio, de mentira y de victimismo. Un personaje que debería haberse dedicado a su guitarra, con la cual posiblemente hubiera tenido más éxito, pese a su voz desafinada.
Son ellos a los que Bolivia les quedó grande. Una banda de megalómanos que no buscan otra cosa que el interés personal. Se enamoraron del poder para saciar sus apetitos personales, y en nombre del socialismo del siglo XXI, vienen pisoteando la historia y despreciando los valores éticos y morales que rigen a la sociedad en su conjunto.
El autor es especialista en integración y gestión de conflicto
Columnas de RUBÉN CAMACHO GUZMÁN