Papel mojado
En 1862, Ferdinand Lassalle se revolcaba de rabia ante la incapacidad de los parlamentarios alemanes de no saber definir correctamente una Constitución, señalaba que se limitaban a decir que “la Constitución es la ley fundamental de un país, en la que se establecen los cimientos para la organización del derecho público”. Lassalle añadía que ellos desconocían cuál es el verdadero concepto y naturaleza de una Constitución, cuál es su esencia. Y para enseñarles explicaba que existen dos clases de Constituciones: la Constitución formal o jurídica y la Constitución real. La primera es la que está escrita en un papel y la otra es la que responde a los factores reales de poder.
¿Y cuáles son tales factores? Son los que en la realidad mandan o dominan en la sociedad: en el pasado el rey o monarca, el ejército, la policía, la banca, los grandes industriales, etc. Hoy, en el siglo XXI, la plutocracia, las grandes corporaciones, los benefactores megamillonarios, el “nuevo orden mundial” (NOM), etc., y en los países tercermundistas, como Bolivia, este poder, entre otros, está disfrazado falazmente de indigenismo, con “plurinacionalismo”.
Esas fuerzas, al ser el poder real, son las que determinan cómo irá a ser la Constitución, porque sería estúpido pensar que los factores reales de poder escriban una Constitución en la que ellos mismos se ataquen y se hagan daño. De ahí que los problemas constitucionales no son, en última instancia, problemas de derecho, sino de poder. En la Constitución jurídica se escriben fundamentalmente los intereses de dichos poderes y para adornarla añaden algunos artificios para el ciudadano común que en su ingenuo imaginario cree que se cumplirán.
Pero los factores de poder coexisten junto a los que dominan, necesitan de su mano de obra barata, sin la que “por de pronto” no podrían sacar ventaja, “provisionalidad” expuesta en mi libro Covid-19 y elecciones nacionales.
Los derechos en favor de los ciudadanos rigen en tanto no afecten a los intereses del poder, en cuanto les incomodan no les tiembla la mano para desconocerlos y subvierten su propia constitucionalidad.
A la Constitución escrita, por ser formal, jurídica, Lassalle la denomina “papel” y a la voluntad de los factores de poder le llama “verdadera Constitución”.
Nosotros, cuando vemos que esa Constitución formal es incumplida violentando y traicionando al pueblo, le llamamos no solamente “papel”, como Lassalle, sino “papel mojado” porque no sirve para nada.
El autor es jurista
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA