¿Una cruzada antihomosexual?
El mes de junio es el mes de la diversidad sexual, el origen de esta celebración del mundo occidental tiene que ver con el proceso que ha vivido buena parte del globo en los últimos cincuenta años, en cuanto al reconocimiento del derecho de las personas de vivir su sexualidad, dentro del respeto a la minoría de edad, y del consenso, de la manera que más le plazca.
Lo arriba expuesto puede sonar bastante banal para una buena cantidad de personas jóvenes, que ya nacieron en hogares esclarecidos al respecto, con padres y madres que no eran (muy) homofóbicos, pero no hace mal a nadie recordar que hasta hace muy poco prácticamente en todo el mundo había castigo de cárcel, o cosas peores, a personas que practicaran actos homosexuales.
De hecho, los festejos de junio están relacionados con un acto de rebeldía de la gente gay, que ante los abusos en un bar de un barrio de Nueva York se enfrentaron a “la ley y al orden”.
Este año, en la ciudad que se ha convertido en la locomotora de nuestro país, se inauguró una muestra artística en un espacio cultural municipal en conmemoración a la primera marcha gay que presenció la ciudad de los anillos hace 30 años.
Mas allá de que eventualmente la muestra en sí tuviera una calidad artística dudosa, lo cierto es que si se considera el coraje de las personas que participaron de esa marcha hace 30 años, en medio de una sociedad muy cerrada, bien merecía recordarse ese evento.
Primero hubo quienes protestaron por las banderas del arcoíris que adornaban la fachada del local. Considerando lo nerviosos que nos ponen a los bolivianos las banderas, ese detalle pudo ser pasado por alto. Luego apareció en la exposición un grupo de conservadores religiosos histéricos, que en el mejor estilo de Mujeres Creando vandalizaron el espacio, inaceptable actitud, pero era un puñado de gente sin representación.
Finalmente, la semana pasada la Unión Juvenil Cruceñista se ha despachado un “pronunciamiento” que es posiblemente uno de los documentos más homofóbicos que haya sido publicado por una institución en nuestro país y que eventualmente vulnera la ley contra el racismo y “todo tipo de discriminación”. Infiere, contra toda ciencia, que la homosexualidad está apartada de la “naturaleza humana” y pretende demandar a las autoridades municipales que permitieron esa exposición, mal interpretando las leyes de respeto a los símbolos patrios y a los derechos de los niños.
Llama la atención que una actitud de ese tipo venga de una organización juvenil, pero a su vez pone en evidencia la clase de autoritarismo, “trogloditismo”, y falta de respeto al otro que posiblemente campea en ese club.
Creo que si la Unión Juvenil Cruceñista no se disculpa por este exabrupto, las autoridades nacionales deberían tomar cartas en el asunto, no es un asunto menor, por lo que significa ese lunar en la ciudad de Santa Cruz (la cual crece y se moderniza y va convirtiéndose en un foco cosmopolita del país). Por su parte, el Comité Cívico Pro Santa Cruz, tan ligado a esa institución juvenil, también debería expresar su rechazo.
En una sociedad moderna, no se puede tolerar la intolerancia y, por el otro lado, ¿será posible que en esa asociación donde hay más de 2000 jóvenes no haya ningún gay?
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ