Diez principios liberales
Acostumbrada a la permanente presencia del Estado en sus vidas, mucha gente tiende a ver al liberalismo como una corriente “extrema” que los dejará desamparados. Esta percepción es la consecuencia de una larga tradición histórica que asigna al gobierno un rol paternalista y benefactor, pero también de un desconocimiento de lo que el liberalismo realmente propone.
El liberalismo es una tradición política que se remonta al menos al siglo XVIII y que fue progresivamente alimentada por las ideas de filósofos como John Locke, Thomas Hobbes, David Ricardo y, por supuesto, Adam Smith. Más contemporáneos, uno puede considerar a Friedrich Hayek, Milton Friedman o Thomas Sowell como importantes pensadores y defensores del liberalismo. Aclaremos que nos estamos refiriendo al liberalismo en la tradición europea y no en la estadounidense. En EEUU a esta corriente se la etiqueta como “liberalismo clásico”.
Siendo el liberalismo una corriente filosófica antigua nutrida de muchísimas ideas, es natural que dentro de la misma existan matices y propuestas de política distintas. En general, sin embargo, los principios liberales pueden resumirse en un conjunto de ideas fundamentales.
1. La Libertad individual es el valor político fundamental. El fin es siempre maximizar la libertad individual. Las políticas públicas, por ejemplo, serán siempre evaluadas en términos de si aumentan o reducen la libertad individual. Estas últimas serán solo justificadas si previenen daños a terceros.
2. Individualismo. El individuo es la entidad suprema. Eso hace que el individuo sea más importante que el colectivo. No se sacrificará nunca al individuo a nombre de supuestos “bienes colectivos” o “comunes.” Este énfasis lo contrapone al socialismo, comunismo y fascismo en los que el colectivo es más importante que el individuo. El individualismo es también la base de la identidad. La identidad es individual y no viene dada por el o los grupos a los que el individuo pueda pertenecer (hombres o mujeres, jóvenes o viejos, heterosexuales o LGTBQ, etc.).
3. Desconfianza del poder político. El poder político es un instrumento típicamente utilizado para obligar a los individuos a hacer lo que al político le parece bueno o importante. Desconfía del poder político porque cree que el individuo sabe mejor que nadie lo que le conviene.
4. Gobierno limitado. El objetivo primordial del gobierno es proteger la vida, la libertad y la propiedad privada. Esto requiere un gobierno pequeño y responsable con su presupuesto.
5. Respeto al Estado de derecho. El Estado de derecho pone un freno a las políticas discrecionales e intentos autoritarios de los gobiernos. Para el liberalismo, la Constitución y las leyes son instrumentos diseñados para que los ciudadanos controlen el poder del gobierno y no a la inversa. El Estado de derecho protege, además, la propiedad privada y todo intento de coerción individual. Esto implica igualdad ante la ley independientemente de nuestra raza, sexo, posición política, etc.
6. Sociedad civil. La sociedad civil se organiza de forma voluntaria con el fin de solucionar temas específicos que atañen a sus miembros (familias, iglesias, clubes deportivos, etc.). Muchos problemas son mejor resueltos por la sociedad civil que por el gobierno y su burocracia.
7. Orden espontáneo. El socialismo, el comunismo y el fascismo creen que el orden en la sociedad debe ser generado desde arriba por una autoridad o gobierno. El liberalismo, en cambio, cree que ese orden se genera espontáneamente y desde abajo a través de la libre y voluntaria interacción individual. No necesitamos, por lo tanto, a alguien que planifique nuestras vidas en ninguno de sus aspectos (social, laboral, comercial, religioso, etc.).
8. Mercados libres. El intercambio económico debe ser voluntario e individual y el gobierno no debe inmiscuirse en él. El gobierno, por ejemplo, no debe participar del mercado produciendo bienes y servicios. La evidencia histórica es aplastante. Los países que abrazaron la libertad de mercado han sido exitosos generando progreso y desarrollo.
9. Tolerancia. El liberalismo predica la tolerancia entendida como el respeto a las decisiones de cada individuo, aun si no estamos de acuerdo con las mismas. Los individuos deben ser libres de hacer lo que les parezca siempre y cuando no agredan a terceros.
10. Apertura al mundo. Los gobiernos no deben intervenir ni restringir la libertad de los individuos de intercambiar bienes y servicios con ciudadanos de otros países o migrar libremente si así lo deseasen (apertura de fronteras). Estas libertades no solo generan desarrollo económico, sino también paz entre las naciones.
Lejos de dejar al individuo desamparado, el liberalismo le devuelve su dignidad porque protege a rajatabla su libertad, sus decisiones y su identidad. El liberalismo es campo fértil, además, para la solidaridad como decisión individual y voluntaria. En esto, es moralmente superior al socialismo porque, en este, la redistribución (a la que el socialismo llama erróneamente “solidaridad”) es siempre obligatoria.
Columnas de ANTONIO SARAVIA