La mofa del 22 de enero
El feriado del 22 de enero es una burla, es el pitorreo más grande que se ha hecho en cuestiones históricas en el país y que ya no se debe permitir. El 22 de enero no se recuerda el Día del Estado Plurinacional; es una mentira, porque lo que se celebra es la asunción al mando de Evo Morales. Morales asumió la presidencia de la nación el 22 de enero del 2006, como todos sabemos, pero el Estado Plurinacional surge de la lamentable Constitución del 7 de febrero del 2009 y se lo declara oficialmente, recién, mediante Decreto Supremo, del 18 de marzo siguiente, es decir tres años después.
Así que los bolivianos que creen en el Estado Plurinacional pueden ir enterándose de que lo que festejan es la llegada de Morales al poder; pero, sin embargo, como en Bolivia todo se puede hacer y porque los bolivianos somos unos idiotas, mantenemos un feriado que ensalza al sujeto más peligroso que ha parido nuestro país. Si de celebrar el Día del Estado Plurinacional se tratara (que no hay ninguna razón para hacerlo) tendría que ser o el 7 de febrero o el 18 de marzo.
Evo Morales sabe que el 22 de enero es su día, que es su feriado porque le dio la gana, y ahora lo celebró haciendo un gran bloqueo de caminos y obligando a la gente a una jornada más de ocio para unos y de sufrimiento para otros. El bloqueo es la génesis de su éxito. El bloqueo lo lleva en su cerebro y con una mente bloqueada no hay manera de componer nada. Ha sido el peor gobernante que tuvo Bolivia porque nos engatusó con mentiras y nos silenció con amenazas. Con su ejemplo fatal, durante los últimos cinco lustros, Bolivia ha vivido bloqueada casi diariamente. En vez de la “cultura de la paz”, de que se ufana el masismo, lo que impusieron en Bolivia fue la “cultura del bloqueo”, es decir la paralización del país, la mengua de su motricidad, convertirnos en una nación parapléjica.
Pero mientras Morales bloqueaba feliz, seguro de su éxito (¿qué bloqueo no tiene éxito en Bolivia?), el apacible pero taimado presidente Arce, enredado en las matufias y artes truculentas de su antecesor y amado jefe, festejaba el Día del Estado Plurinacional en la Casa del Pueblo, poblada por empleados públicos y algunos indígenas traídos de quién sabe qué lugares. Hablaron los adulones de siempre y luego nos nutrió con su adormecedora filosofía aimara —tan hermosa como falseada por el MAS— el inefable excanciller y ahora presidente de la Asamblea, jilakata o jiliri, David Choquehuanca, de luces opacas.
Y luego, celebrando el acceso de Evo Morales al poder habló, por supuesto, el presidente Arce. Inscribió al cacique chapareño dentro de la “nueva derecha”, pero sin atreverse a pronunciar su nombre. Antes hubo un breve espectáculo de chacarera argentina, pero que se presentó como baile nuestro. Mal hecho, porque no existe ninguna nación, entre las 36 que dice la Constitución del 2009, que haya tenido como propia esa danza. Está muy bien que bailemos la chacarera porque es muy linda, pero está mal que la incorporemos como parte del folclore nacional; y mucho menos en la Casa del Pueblo, donde aplauden el presidente y todos sus ministros, ante un robo descarado.
Pero, chacarera aparte, el presidente Arce siguió con su oratoria floja, intrascendente, repetitiva, y mentirosa. Antes, una locutora habló sobre el poderío continental y mundial que le espera a Bolivia al final del mandato de Arce. Nos pareció un poquito exagerado. El presidente nos viene engañando con que hemos atravesado algunas dificultades que se han sorteado con éxito, pero que, ahora, viene además el tiempo de la marcha hacia el segundo centenario de la creación de la República. ¿Van a festejarlo, acaso? ¿Por qué si decían que la odiada República oligárquica había muerto? Es la incomprensible y repetida incongruencia de quienes piensan con las vísceras.
Repitió el presidente de manera somera las manidas cifras de sus últimas intervenciones, sobre la baja inflación, el crecimiento, las exportaciones, la deuda, el escaso desempleo, el peso de los subsidios y poco más; y concluyó con que, pese a algunos inconvenientes, estábamos muy bien, y situó a Bolivia, más o menos, en el tercer lugar de progreso en Sudamérica. Claro que no se refirió, en absoluto, a que ya no nos queda gas, sino en nuestras barrigas.
Tampoco dijo que no han descubierto un mísero yacimiento gasífero, luego de toda la inmensidad que dejaron los “neoliberales” y que ellos los “pluris” vendieron sin reponer nada, que ha proliferado como nunca el narcotráfico como sustento alternativo, que la infame justicia prorrogada inconstitucionalmente es culpa de su desidia junto a la de los parlamentarios, y que, con Milei en el mando, el contrabando de Argentina ya no será una fuente de sustento para muchas familias sin trabajo. No ha señalado una sola industria importante que haya sido creada en este “Gobierno de la industrialización”.
Afortunadamente, su referencia al litio fue solo de pasada. Porque resulta que, con la industrialización del litio, que este Gobierno menciona como el “oro blanco” que nos va a salvar, tenemos informaciones a nivel mundial que son decepcionantes y no parecen nada descabelladas: Australia 47% en producción, Chile 30, China 15, Argentina 5. Bolivia no figura en el ranking, pero se reconoce que nuestro país tiene las reservas más grandes del mundo. Eso también quiere decir que tenemos los gobernantes más ineptos del planeta. Producir salmueras para hacer gárgaras no es la esperanza nacional.
El presidente ha hablado de la “cosecha” que se viene luego de sus tres años de fomento a la industrialización y a la obsoleta y fracasada sustitución de importaciones. ¿Habla en serio el señor Arce? ¿Cosecha de qué si no ha sembrado nada? Sin el menor deseo de burla, peor ahora que estamos tan mal, la única cosecha importante a la vista, en este año preelectoral, está nomás en los sucedáneos de la hoja de coca. En el negocio sucio de la coquita. Ahí sí que nos está yendo mejor que con el litio. Blanco es el litio y blanco el resultado de la maceración de la coca. Está en blanco el futuro del país.
Columnas de MANFREDO KEMPFF SUÁREZ